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martes, 29 de diciembre de 2009
lunes, 28 de diciembre de 2009
Coplas por la muerte de su padre, Jorge Manrique
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Invocación:
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halagüeño
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!
Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dejar?
Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.
Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!
En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.
Antonia Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su grande habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
de la Espada.
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido.
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,
diciendo: "Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,
¡aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera¿;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis."
No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.
Oración
"Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona."
Fin
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
¡en cual la dio en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Invocación:
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halagüeño
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!
Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dejar?
Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.
Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!
En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.
Antonia Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su grande habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
de la Espada.
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido.
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,
diciendo: "Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,
¡aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera¿;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis."
No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.
Oración
"Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona."
Fin
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
¡en cual la dio en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
Glosa, Jorge Manrique
A su mote que dice: "Ni miento ni me arrepiento"
Ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me vengo ni porfío,
ni espero ni desespero.
Fin
Conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quien me entienda,
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.
Ni miento ni me arrepiento,
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me vengo ni porfío,
ni espero ni desespero.
Fin
Conmigo solo contiendo
en una fuerte contienda,
y no hallo quien me entienda,
ni yo tampoco me entiendo;
entiendo y sé lo que quiero,
mas no entiendo lo que quiera
quien quiere siempre que muera
sin querer creer que muero.
Escala de amor, Jorge Manrique
Estando triste, seguro,
mi voluntad reposaba,
cuando escalaron el muro
do mi libertad estaba:
a escala vista subieron
vuestra beldad y mesura,
y tan de recio hirieron,
que vencieron mi cordura.
Luego todos mis sentidos
huyeron a lo más fuerte,
mas iban ya mal heridos
con sendas llagas de muerte;
y mi libertad quedó
en vuestro poder cativa;
mas placer hobe yo
desque supe que era viva.
Mis ojos fueron traidores,
ellos fueron consintientes,
ellos fueron causadores
que entrasen aquestas gentes
que el atalaya tenían,
y nunca dijeron nada
de la batalla que vían,
ni hicieron ahumada.
Desde que hobieron entrado,
aquestos escaladores
abrieron el mi costado,
y entraron vuestros amores;
y mi firmeza tomaron,
y mi corazón prendieron,
y mis sentidos robaron,
y a mí sólo no quisieron.
Fin
¡Qué gran aleve hicieron
mis ojos, y qué traición:
por una vista que os vieron,
venderos mi corazón!
Pues traición tan conocida
ya les placía hacer,
vendieran mi triste vida
y hobieran dello placer;
mas al mal que cometieron
no tienen escusación:
¡por una vista que os vieron,
venderos mi corazón!
mi voluntad reposaba,
cuando escalaron el muro
do mi libertad estaba:
a escala vista subieron
vuestra beldad y mesura,
y tan de recio hirieron,
que vencieron mi cordura.
Luego todos mis sentidos
huyeron a lo más fuerte,
mas iban ya mal heridos
con sendas llagas de muerte;
y mi libertad quedó
en vuestro poder cativa;
mas placer hobe yo
desque supe que era viva.
Mis ojos fueron traidores,
ellos fueron consintientes,
ellos fueron causadores
que entrasen aquestas gentes
que el atalaya tenían,
y nunca dijeron nada
de la batalla que vían,
ni hicieron ahumada.
Desde que hobieron entrado,
aquestos escaladores
abrieron el mi costado,
y entraron vuestros amores;
y mi firmeza tomaron,
y mi corazón prendieron,
y mis sentidos robaron,
y a mí sólo no quisieron.
Fin
¡Qué gran aleve hicieron
mis ojos, y qué traición:
por una vista que os vieron,
venderos mi corazón!
Pues traición tan conocida
ya les placía hacer,
vendieran mi triste vida
y hobieran dello placer;
mas al mal que cometieron
no tienen escusación:
¡por una vista que os vieron,
venderos mi corazón!
Jorge Manrique, Biografía
(Paredes de Navas, España, h. 1440 - Castillo de Garcimuñoz, Cuenca, id., 1479) Poeta castellano autor de las célebres Coplas a la muerte de su padre, máxima creación de la lírica cortesana del siglo XV y una de las mejores elegías de la literatura española.
Miembro de una familia de la nobleza más rancia de Castilla (era hijo de don Rodrigo Manrique, maestre de la orden de Santiago, y sobrino del poeta Gómez Manrique), Jorge Manrique compaginó su afición por las letras con la carrera de las armas, participando junto a su padre en las luchas que precedieron al ascenso de los Reyes Católicos. Ambos pertenecían a la orden de Santiago, y combatieron del lado de Isabel la Católica contra los partidarios de Juana la Beltraneja. Pereció a causa de las heridas recibidas durante al asalto al castillo de Garcimuñoz, en el feudo del marqués de Villena.
La poesía de Jorge Manrique se sitúa dentro de la corriente cancioneril del siglo XV. Su producción poética menor, reunida en un Cancionero, está formada por medio centenar de composiciones breves, en su mayor parte de tema amoroso, que siguieron los cánones trovadorescos y cortesanos de finales de la Edad Media. Más originales son sus piezas burlescas, como las "Coplas a una beoda" o la titulada "Convite que hizo a su madrastra".
Las Coplas a la muerte de su padre:
Pero la celebridad de Jorge Manrique se debe fundamentalmente a las Coplas a la muerte de su padre, su obra maestra, compuesta a raíz del fallecimiento de don Rodrigo (1476) y publicada en 1494 en Sevilla con el título Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, el Maestre don Rodrigo. Esta elegía pertenece a la tradición medieval de la ascética cristiana: contra la mundanidad de la vida, postula una aceptación serena de la muerte, que es tránsito a la vida eterna. Sin embargo, apunta ya una idea original que preludia la concepción renacentista del siglo siguiente: aparte de la vida terrenal y la vida eterna, Manrique alude a la vida de la fama, a la perduración en este mundo en virtud de una vida ejemplar que permanece en la memoria de los vivos.
Tras un primer bloque en el que medita sobre la brevedad de la vida, el paso del tiempo y la muerte, la atención del autor se centró en las figuras desaparecidas de su pasado inmediato, como Juan II, Enrique IV o Álvaro de Luna, para concluir con un repaso de las virtudes morales del maestre y su diálogo final con la Muerte. De este modo, la lírica castellana pasó del concepto abstracto de la muerte a su presencia histórica y a su dimensión particular, en un movimiento de flujo temporal que es uno de los grandes hallazgos del poeta. Las Coplas se apartaron de los tópicos macabros tan abundantes en la literatura moral de la época y consiguieron alcanzar una extraordinaria hondura emotiva.
También destacaron por evitar todo exceso erudito o retórico: el estilo posee una elegante sobriedad, fruto del empleo de los vocablos más sencillos y pertenecientes al habla patrimonial. Exponente de esta búsqueda de simplicidad es la elección de una forma estrófica menor, las coplas de pie quebrado (que, por la popularidad de la obra, pasarían a llamarse coplas manriqueñas). Cada copla está formada por dos sextillas de pie quebrado (8a, 8b, 4c, 8a, 8b, 4c, con rima consonante). El tono exhortativo característico del poema refuerza la gravedad de los versos, en una evocación serena del tiempo pasado.
En el desarrollo del poema pueden apreciarse tres partes. La primera (coplas I-XIII) es una exposición doctrinal en la que, de acuerdo con los principios de la religión cristiana y con la mentalidad medieval, se señala el nulo valor de la vida humana terrenal (sometida a los vaivenes de la fortuna y al poder destructor del paso del tiempo y de la muerte), destacándose en cambio el valor de la vida eterna en el más allá, que se alcanza mediante la virtud y el cumplimiento de las obligaciones propias del estado social.
Dentro de esta primera parte, las tres primeras coplas exhortan al lector a tomar conciencia de la temporalidad y de la naturaleza efímera de la vida terrenal. La vida y sus placeres pasan rápidamente (coplas I-II) y terminan en la muerte (III), que iguala a "los que viven por sus manos / e los ricos". En la Invocación (coplas IV-VI), en lugar de dirigirse a las musas paganas, como otros poetas de su época, el autor se encomienda significativamente a Jesucristo (IV) y expone su concepción cristiana de la existencia (V-VI): nuestra vida terrenal, breve y llena de sufrimientos, es el medio (camino) para alcanzar la vida eterna y la felicidad en el más allá. Y alcanzaremos esta vida eterna mediante la práctica de la virtud y el cumplimiento de las normas de la moral cristiana, obrando "con buen tino", "como debemos". Las coplas VII-XIV invitan a considerar la futilidad de los bienes terrenales, que son inevitablemente destruidos por el paso del tiempo o la fortuna (copla VIII). El paso del tiempo acaba con la hermosura y la fuerza de la juventud (IX); la pureza de los linajes se pierde (X), y las riquezas y la posición social están sujetas a la fortuna (XI). Y aunque tales bienes durasen toda la vida, carecerían igualmente de valor por su brevedad, que se contrapone a los sufrimientos eternos del infierno (XII), por lo cual perseguir ciegamente placeres y riquezas es caer en una trampa (XIII).
La segunda parte (coplas XIV-XXIV) es una ilustración de la doctrina expuesta en la primera. El nulo valor de la vida y de los bienes terrenales (riquezas, placeres, linaje) se ejemplifica mostrando los efectos del paso del tiempo, la fortuna y la muerte sobre una serie de personajes poderosos: de nada les sirvió su poder ante la muerte, que los trató igual que "a los pobres pastores / de ganados" (XIV). El autor renuncia a poner ejemplos de épocas antiguas; "lo de ayer", la historia reciente, le proporciona ejemplos suficientes: El rey Juan II y los Infantes de Aragón (coplas XVI-XVII), Enrique IV (coplas XVIII-XIX), don Alfonso (XX), don Álvaro de Luna (XXI) y los maestres Juan Pacheco y Pedro Girón (XXII). Terminada la lista, el poeta se dirige en apóstrofe a la Muerte para destacar su inmenso poder destructor, ante el que no hay defensa posible (XXIII-XXIV).
Como último de los personajes de la serie anterior, y por lo tanto como nueva y última ilustración de las doctrinas expuestas en la primera, la tercera parte (coplas XXV-XL) se centra en la figura del padre del autor, don Rodrigo Manrique. Se inicia con el elogio fúnebre de don Rodrigo; el poeta exalta primero sus virtudes de modo directo o mediante comparaciones con personajes históricos (coplas XXV-XXVIII) y luego repasa elogiosamente los principales hechos de su vida (XXIX-XXXII). Al elogio fúnebre le sigue un diálogo entre don Rodrigo, próximo a morir, y la Muerte personificada (coplas XXXIII-XXXIX). Inicia el diálogo la Muerte, que expone de nuevo el concepto cristiano de la existencia y afirma que don Rodrigo merecerá la vida eterna por la conducta ejemplar que siempre ha observado. En su respuesta, don Rodrigo acepta su final con modélica resignación cristiana y eleva una oración a Jesucristo rogándole el perdón de sus pecados. En la última copla, el poeta relata con máxima simplicidad el momento de su muerte y halla nuevo consuelo en el recuerdo del difunto.
viernes, 25 de diciembre de 2009
Te miro.... Mario Chiappetta
A María Gracia, Un mes juntos.
Te miro….
duermes dulcemente a mi lado.
Te miro….
siento tu respiración
profunda y pausada,
escucho
el latir de tu corazón.
Y te miro….
no me canso de mirarte.
Tienes tu mano
aferrada a la mía,
me aprietas fuertemente.
Yo sonrío,
y muevo la mano
para sentir tu reacción.
Te miro…
de pronto mueves tu cuerpo
buscando un hueco con el mío,
en cóncavo y convexo
nos acoplamos automáticamente.
Te miro…
las horas a tu lado
no transcurren,
el tiempo no existe o se detiene,
no se lo que ocurre…
De pronto
abres los ojos
y el sol se asoma
en el horizonte.
Me sonríes
y tus labios
buscan los míos
y tu ternura me envuelve.
Te miro…
Te miro….
duermes dulcemente a mi lado.
Te miro….
siento tu respiración
profunda y pausada,
escucho
el latir de tu corazón.
Y te miro….
no me canso de mirarte.
Tienes tu mano
aferrada a la mía,
me aprietas fuertemente.
Yo sonrío,
y muevo la mano
para sentir tu reacción.
Te miro…
de pronto mueves tu cuerpo
buscando un hueco con el mío,
en cóncavo y convexo
nos acoplamos automáticamente.
Te miro…
las horas a tu lado
no transcurren,
el tiempo no existe o se detiene,
no se lo que ocurre…
De pronto
abres los ojos
y el sol se asoma
en el horizonte.
Me sonríes
y tus labios
buscan los míos
y tu ternura me envuelve.
Te miro…
Frases, Fernando Pessoa
Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?
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Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla.
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Nunca amamos a nadie: amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos.
----------------------------------------------------------------------------------
No hagas hoy lo que puedas dejar de hacer también mañana.
----------------------------------------------------------------------------------
El mundo es de quien nace para conquistarlo y no de quien sueña que puede conquistarlo
----------------------------------------------------------------------------------
El único misterio del universo es que exista un misterio del universo.
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Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla.
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Nunca amamos a nadie: amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos.
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No hagas hoy lo que puedas dejar de hacer también mañana.
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El mundo es de quien nace para conquistarlo y no de quien sueña que puede conquistarlo
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El único misterio del universo es que exista un misterio del universo.
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El amor es una compañía... , Fernando Pessoa
El amor es una compañía.
Ya no sé andar solo por los caminos,
Porque ya no puedo andar solo.
Un pensamiento visible me hace andar más de
prisa
Y ver menos, y al mismo tiempo gustar de ir
viendo todo.
aun la ausencia de ella es una cosa que está
conmigo.
Y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los
árboles altos.
Pero si la veo tiemblo, no sé qué se ha hecho
de lo que siento en ausencia de ella.
todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira como un girasol con la
cara de ella en el medio.
Traducción: Rodolfo Alonso
Ya no sé andar solo por los caminos,
Porque ya no puedo andar solo.
Un pensamiento visible me hace andar más de
prisa
Y ver menos, y al mismo tiempo gustar de ir
viendo todo.
aun la ausencia de ella es una cosa que está
conmigo.
Y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los
árboles altos.
Pero si la veo tiemblo, no sé qué se ha hecho
de lo que siento en ausencia de ella.
todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira como un girasol con la
cara de ella en el medio.
Traducción: Rodolfo Alonso
Tengo tanto sentimiento...,Fernando Pessoa
Tengo tanto sentimiento
que es frecuente persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es pensamiento
que yo no sentí al final.
Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está dividida
entre la cierta y la errada.
Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.
Versión de Ángel Crespo
que es frecuente persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es pensamiento
que yo no sentí al final.
Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está dividida
entre la cierta y la errada.
Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.
Versión de Ángel Crespo
He pasado toda la noche sin dormir, viendo..., Fernando Pessoa
He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Versión de Teodoro Llorente
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Versión de Teodoro Llorente
De: el pastor enamorado, Fernando Pessoa
Alta en el cielo, va la luna de Primavera,
Pienso en ti y dentro de mí estás entera.
Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.
Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz.
Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera.
Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores.
Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas,
Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera,
recogiendo las flores,
Se hará para mi la claridad y la verdad.
(6.7.14)
Versión de Rafael Díaz Borbón
Pienso en ti y dentro de mí estás entera.
Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.
Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz.
Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera.
Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores.
Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas,
Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera,
recogiendo las flores,
Se hará para mi la claridad y la verdad.
(6.7.14)
Versión de Rafael Díaz Borbón
Abdicación, Fernando Pessoa
Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.
Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.
Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.
Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.
Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
Versión de F. Gutiérrez
brazos y llámame hijo.
Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.
Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.
Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.
Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
Versión de F. Gutiérrez
Fernando Pessoa, Biografía
(Lisboa, 1888- id., 1935) Poeta portugués. Pasó su infancia y juventud en la República de Sudáfrica e inició estudios de derecho en la Universidad de El Cabo, y regresó a Lisboa en 1905. Inició su obra literaria en inglés, aunque a partir de 1908 creció su interés por la lengua portuguesa.
Su obra es una de las más originales de la literatura portuguesa y fue, junto con Sá Carneiro, uno de los introductores en su país de los movimientos de vanguardia. A partir de 1914 proyectó su obra sobre tres heterónimos: Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro, para quienes inventó personalidades divergentes y estilos literarios distintos. Frente a la espontaneidad expresiva y sensual de Caeiro, Ricardo Reis trabaja minuciosamente la sintaxis y el léxico, inspirándose en los arcadistas del siglo XVIII. Álvaro de Campos evoluciona desde una estética próxima a la de Whitman hasta unas preocupaciones metafísicas en la tarea de explicar la vida desde una perspectiva racional.
Sobre estos desdoblamientos del poeta en varias personalidades, se reflejan sus distintos yos conflictivos, y elabora su propia obra poética, a veces experimental, una de las más importantes del siglo XX y que en su mayor parte permaneció inédita hasta su muerte. Su poesía, que supone un intento por superar la dualidad entre razón y vida, fue recogida en los volúmenes Obras completas: I. Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II. Poesías, 1944, de Álvaro de Campos; III. Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV. Odas, 1946, de Ricardo Reis; V. Mensagem, 1945; VI. Poemas dramáticos; VII. y VIII. Poesías inéditas, 1955-1956.
Su obra ensayística ha sido recogida en Páginas íntimas de autointerpretación (1966), Páginas de estética y de teoría y crítica literarias (1967) y Textos filosóficos (1968). En 1982 apareció Libro del desasosiego, compendio de apuntes, aforismos, divagaciones y fragmentos del diario que dejó al morir.
martes, 22 de diciembre de 2009
lunes, 21 de diciembre de 2009
domingo, 20 de diciembre de 2009
"Lamentación amorosa..." F. de Quevedo - Vicente Monera
Francisco de Quevedo musicado por Vicente Monera
Definiendo el amor, Francisco De Quevedo
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.
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Francisco De Quevedo,
poemas
Amor constante más allá de la muerte. Francisco De Quevedo
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
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poemas
En lo penoso de estar enamorado, Francisco De Quevedo
Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!
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Ah de la Vida, Francisco De Quevedo
"¡Ah de la vida!"...¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, juntos
pañales y mortajas, y he quedado
presente sucesiones de difunto
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será, y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, juntos
pañales y mortajas, y he quedado
presente sucesiones de difunto
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Francisco De Quevedo, Biografía
Nació en Madrid en el mes de septiembre de 1580. Su padre, hombre culto e inteligente, secretario de la princesa María de Austria, fallecería al poco tiempo.
Físicamente sufría una leve cojera por deformación de los pies y su exagerada miopía lo obligaba a llevar anteojos.
Estudia, con la alta sociedad de su tiempo, en el colegio Imperial de los jesuitas. Posteriormente ingresa a la universidad de Alcalá de Henares, donde conoce al duque de Osuna. En esta época se imprime su primer soneto, un elogio a Lucas Rodríguez, y aparecen sus primeras obras en prosa. Destaca por su viva inteligencia, aprendiendo diversas lenguas: griego, latín, árabe, hebreo, francés e italiano. Se le considera en su tiempo como el español que más idiomas extranjeros hablaba.
En los primeros años del siglo XVII pasa a estudiar a la universidad de Valladolid, coincidiendo con la salida de las prensas de la primera parte de Don Quijote de la Mancha de Cervantes.
Pedro Espinosa incluye en su antología "Flores de poetas ilustres" algunos poemas de juventud de Quevedo. Por esa época, el autor satírico que sería después, ha empezado a componer sus primeros escritos jocosos o burlescos.
Entre 1603 y 1608 escribe la que sería su obra cumbre "El buscón". En la misma época traduce a Anacreonte y trabaja en dos colecciones de poemas.
Su amigo de colegio, el duque de Osuna, es nombrado virrey de Sicilia, y Quevedo parte con él al sur de Italia, como su consejero. A este alto funcionario le dedicará un relato: "El mundo por de dentro". Al caer en desgracia el duque, Quevedo sufre las consecuencias políticas del cambio, siendo encarcelado en Uclés (Cuenca) y más tarde, aquejado de enfermedad grave, es llevado a su finca, la Torre de Juan Abad. Aprovecha para preparar en su confinamiento "Política de Dios y gobierno por Cristo". Restablecida su salud y levantada la condena de privación de libertad vuelve a la actividad política.
En 1623 se desplaza a Andalucía en calidad de cronista en la expedición de defensa contra los ingleses.
Al morir Felipe III, Felipe IV asciende al trono de España y nombra al conde-duque de Olivares como una de las personas de más confianza de su Consejo. Francisco de Quevedo se apresura a dedicarle a este nuevo e importante funcionario su "Epístola satírica y censoria" con clara intención de ganarse su aprecio y volver a la actividad política bajo su protección.
Mientras tanto, vuelve a recluirse, esta vez voluntariamente, en su Torre de Juan Abad y aprovecha para dar a la imprenta textos escritos con anterioridad. En 1631 publica algunas de las obras burlescas de su juventud, bajo el título de "Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio".
Escribe un libelo satírico titulado "El chitón de las tarabillas" (en el que defiende la desastrosa política monetaria del conde-duque de Olivares), que le hace ganar el aprecio de Felipe IV que le nombra su secretario.
Coincidiendo con la grave crisis económica que desencadenó la política del conde-duque, cae en desgracia por segunda vez, debido a las intrigas de la Corte y en 1639 es detenido y encarcelado nuevamente, esta vez en el convento de San Marcos de León, donde pasa mil penurias durante cuatro años.
Dentro de su obra satírica se encuentran "La culta latiniparla", "Epístola del caballero de la tenaza" y "Los sueños". Estos últimos comprenden los siguientes relatos: "El sueño de las calaveras", "El alguacil alguacilado", "Las zahurdas de Plutón", "El mundo por de dentro", "Visita de los chistes" y "La hora de todos y la Fortuna con seso".
Su contemporáneo Cervantes, nos legó una obra que, al crecer en prestigio y fama, ensombreció la persona del autor; en cambio con Quevedo ocurre exactamente lo contrario: su fuerte personalidad hizo que su obra se viera desdibujada, ante su propia leyenda.
Quevedo ha sido uno de los grandes genios de la literatura en habla castellana, Borges lo compara con Mallarmé y Joyce. Su capacidad para valerse del lenguaje es difícilmente superable.
La primera biografía que se escribe sobre Francisco de Quevedo es la de Pablo Antonio de Tarsia, en 1663, donde ya se resalta el carácter satírico de gran parte de su obra. Al decir de J.M. Blecua, su vida osciló entre una visión sarcástica o burlesca de la realidad, y una visión muy estoica y senequista de la existencia. Fue capaz de cultivar una poesía popular, a ratos chocarrera y tabernaria, satírica y burlesca, al mismo tiempo que escribía una poesía llena de belleza formal, o prosa culta y metafísica. Buena muestra de este segundo aspecto de su obra, serían "La cuna y la sepultura", "La política de Dios" y muchos sonetos profundos y trascendentes.
Quevedo es el máximo representante de la corriente "conceptista", frente al "culteranismo" de Góngora, que no se libró de algún poema satírico.
Pero lo que es verdaderamente interesante en Quevedo es su lenguaje casi moderno, utilizando vocablos, a diferencia de Cervantes, que no se han quedado obsoletos, que se continúan utilizando con toda su fuerza expresiva. Su lectura, por tanto, se hace fácil, y su estilo sorprendente por lo actual.
Valgan algunos ejemplos que hoy pueden ser oídos en cualquier patio de colegio, bar o parada de autobús: "mojones" ("el culo hace mojones"), "pendejos" ("población de pendejos"), "gorreros" ("gorreros, hospedándose más de lo que fuere razón en casa de los amigos"), "a escote" ("niño/ que concebistes a escote/ entre más de veinte y cinco") y otros muchos que podríamos seguir citando. Igualmente se encuentran en su prosa vocablos que se mantienen en determinadas zonas de Andalucía y América, perfectamente actualizados, como "cabe" por zancadilla, "coima" por soborno, etc.
Quevedo era un hombre desengañado de muchas cosas, entre otras de las mujeres, a las que deseaba alegres, pero a ser posible "sordas y tartamudas". Muchas veces se refiere a ellas de forma despectiva y a juzgar por su temática, más que frecuentar círculos familiares, conoció los ambientes prostibularios y marginales de su época, a los que llegaba atraído por el sexo pero dominado por su misoginia.
Fallece en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645.
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Biografía,
Francisco De Quevedo
jueves, 17 de diciembre de 2009
Che Comandante, Nicolás Guillén
NICOLAS GUILLEN RECITA SU POEMA DEDICADO A GUEVARA ACOMPAÑANDO IMAGENES
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LA MURALLA - Ana Belén y Víctor Manuel
Cantando para el pueblo en 1980 frente a la UNEAC, unión de escritores y artistas de cuba, fundada por Nicolás Guillén
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Nicolás Guillén
Che Comandante, Nicolás Guillén
No porque hayas caído
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo.
Con sus dientes de júbilo
Norteamérica ríe. Mas de pronto
revuélvese en su lecho
de dólares. Se le cuaja
la risa en una máscara,
y tu gran cuerpo de metal
sube, se disemina
en las guerrillas como tábanos,
y tu ancho nombre herido por soldados
ilumina la noche americana
como una estrella súbita, caída
en medio de una orgía.
Tú lo sabías, Guevara,
pero no lo dijiste por modestia,
por no hablar de ti mismo,
Che Comandante,
amigo.
Estás en todas partes. En el indio
hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,
tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían,
Che Comandante,
amigo.
Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
que manda compañera, ordena amiga,
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada día ministro,
cada día soldado, cada día
gente llana y difícil
cada día.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.
Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña.
El de la selva, como antes
fue el de la Sierra. Semidesnudo
el poderoso pecho de fusil y palabra,
de ardiente vendaval y lenta rosa.
No hay descanso.
¡Salud, Guevara!
O mejor todavía desde el hondón americano:
Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto,
para vivir como tú vives,
Che Comandante,
amigo.
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo.
Con sus dientes de júbilo
Norteamérica ríe. Mas de pronto
revuélvese en su lecho
de dólares. Se le cuaja
la risa en una máscara,
y tu gran cuerpo de metal
sube, se disemina
en las guerrillas como tábanos,
y tu ancho nombre herido por soldados
ilumina la noche americana
como una estrella súbita, caída
en medio de una orgía.
Tú lo sabías, Guevara,
pero no lo dijiste por modestia,
por no hablar de ti mismo,
Che Comandante,
amigo.
Estás en todas partes. En el indio
hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,
tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían,
Che Comandante,
amigo.
Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
que manda compañera, ordena amiga,
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada día ministro,
cada día soldado, cada día
gente llana y difícil
cada día.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.
Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña.
El de la selva, como antes
fue el de la Sierra. Semidesnudo
el poderoso pecho de fusil y palabra,
de ardiente vendaval y lenta rosa.
No hay descanso.
¡Salud, Guevara!
O mejor todavía desde el hondón americano:
Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto,
para vivir como tú vives,
Che Comandante,
amigo.
Che Guevara , Nicolás Guillén
Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera,
como si el Plata vegetal viniera
con el cauto a juntar agua y ternura,
así Guevara, el gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su sangre guerrillera,
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.
Huyó la muerte. De su sombra impura
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.
Hecha de dos un alma brilla entera,
como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.
a Martí familiar tendido hubiera,
como si el Plata vegetal viniera
con el cauto a juntar agua y ternura,
así Guevara, el gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su sangre guerrillera,
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.
Huyó la muerte. De su sombra impura
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.
Hecha de dos un alma brilla entera,
como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.
El negro mar, Nicolás Guillén
La noche morada sueña
sobre el mar;
la voz de los pescadores
mojada en el mar;
sale la luna chorreando
del mar.
El negro mar.
Por entre la noche un son,
desemboca en la bahía;
por entre la noche un son.
Los barcos lo ven pasar,
por entre la noche un son,
encendiendo el agua fría.
Por entre la noche un son,
por entre la noche un son,
por entre la noche un son. . .
El negro mar.
-Ay, mi mulata de oro fino,
ay, mi mulata
de oro y plata,
con su amapola y su azahar,
al pie del mar hambriento y masculino,
al pie del mar.
sobre el mar;
la voz de los pescadores
mojada en el mar;
sale la luna chorreando
del mar.
El negro mar.
Por entre la noche un son,
desemboca en la bahía;
por entre la noche un son.
Los barcos lo ven pasar,
por entre la noche un son,
encendiendo el agua fría.
Por entre la noche un son,
por entre la noche un son,
por entre la noche un son. . .
El negro mar.
-Ay, mi mulata de oro fino,
ay, mi mulata
de oro y plata,
con su amapola y su azahar,
al pie del mar hambriento y masculino,
al pie del mar.
Agua del recuerdo....., Nicolás Guillén
¿Cuándo fue?
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:
moño de seda en la nuca,
bata de cristal,
niña de espalda reciente,
tacón de reciente andar.
Caña
¡febril la dije en mí mismo!
caña
temblando sobre el abismo,
¿quién te empujará?
¿Qué cortador con su mocha
te cortará?
¿Qué ingenio con su trapiche
te molerá?
El tiempo corrió después,
corrió el tiempo sin cesar,
yo para allá, para aquí,
yo para aquí, para allá,
para allá, para aquí,
para aquí, para allá. .
Nada sé, nada se sabe,
ni nada sabré jamás,
nada han dicho los periódicos,
nada pude averiguar,
de aquella mulata de oro
que una vez miré al pasar,
moño de seda en la nuca,
bata de cristal,
niña de espalda reciente,
tacón de reciente andar.
No lo sé.
Agua del recuerdo
voy a navegar.
Pasó una mulata de oro,
y yo la miré al pasar:
moño de seda en la nuca,
bata de cristal,
niña de espalda reciente,
tacón de reciente andar.
Caña
¡febril la dije en mí mismo!
caña
temblando sobre el abismo,
¿quién te empujará?
¿Qué cortador con su mocha
te cortará?
¿Qué ingenio con su trapiche
te molerá?
El tiempo corrió después,
corrió el tiempo sin cesar,
yo para allá, para aquí,
yo para aquí, para allá,
para allá, para aquí,
para aquí, para allá. .
Nada sé, nada se sabe,
ni nada sabré jamás,
nada han dicho los periódicos,
nada pude averiguar,
de aquella mulata de oro
que una vez miré al pasar,
moño de seda en la nuca,
bata de cristal,
niña de espalda reciente,
tacón de reciente andar.
Canción de cuna para despertar a un negrito, Nicolás Guillén
Dórmiti, mi nengre,
mi nengre bonito...
E. Ballagas
Una paloma
cantando pasa:
—¡Upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa;
ni el cocodrilo
ni la yaguaza,
ni la culebra,
ni la torcaza...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Negrazo, venga
con su negraza.
¡Aire con aire,
que el sol abrasa!
Mire la gente,
llamando pasa;
gente en la calle,
gente en la plaza;
ya nadie queda
que esté en su casa...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro
que el sol abrasa!
Negrón, negrito,
ciruela y pasa,
salga y despierte,
que el sol abrasa,
diga despierto
lo que le pasa...
¡Que muera el amo,
muera en la brasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa:
¡coco, cacao,
cacho, cachaza,
upa, mi negro,
que el sol abrasa!
mi nengre bonito...
E. Ballagas
Una paloma
cantando pasa:
—¡Upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa;
ni el cocodrilo
ni la yaguaza,
ni la culebra,
ni la torcaza...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Negrazo, venga
con su negraza.
¡Aire con aire,
que el sol abrasa!
Mire la gente,
llamando pasa;
gente en la calle,
gente en la plaza;
ya nadie queda
que esté en su casa...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro
que el sol abrasa!
Negrón, negrito,
ciruela y pasa,
salga y despierte,
que el sol abrasa,
diga despierto
lo que le pasa...
¡Que muera el amo,
muera en la brasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa:
¡coco, cacao,
cacho, cachaza,
upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Nicolás Guillén, Biografía
(Camagüey, 1902 - La Habana, 1989) Poeta cubano, considerado el máximo representante de la llamada poesía negra centroamericana, y poeta nacional de la isla por su obra ligada a la cultura afrocubana. Nicolas Guilléncursó un año de derecho en La Habana, antes de abandonar la universidad y volver a su ciudad donde trabajó como tipógrafo y se dedicó al periodismo en la redacción de El Camagüeyano, en cuyas páginas inició también su actividad literaria.
A partir de 1925 Nicolas Guillén se instaló en la capital donde participó activamente en la vida cultural y política de protesta, lo que le supuso breves arrestos y períodos de exilio en varias ocasiones. En 1937, cuando había publicado ya sus primeros tres libros, ingresó en el Partido Comunista de Cuba, fundado por su amigo y también poeta R. Martínez Villena, y participó en el célebre Congreso por la Defensa de la Cultura, realizado en Valencia en plena Guerra Civil española, donde conoció a P. Neruda, R. Alberti, F. García Lorca y O. Paz, y su obra alcanzó difusión europea.
A su regreso a Cuba, Nicolas Guillén dirigió la revista Mediodía y participó de los movimientos de vanguardia en las tribunas de Gaceta del Caribe y Revista Avance. Pasó luego años de exilio, viajando por Sudamérica, y en 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión Soviética, hasta que el triunfo de la Revolución castrista, en 1959, le permitió regresar a la isla, donde desempeñó distintos cargos, como la presidencia de la Unión de Escritores, desde 1961, y misiones diplomáticas de relieve.
La obra poética de Nicolas Guillén:
En cuanto a su actividad literaria, Guillén se inició en el posmodernismo, aunque pronto su producción se inscribió dentro de la llamada línea realista de los múltiples vanguardismos cubanos, cultivando como ningún otro autor la llamada poesía negra o antillana.
Desde su condición de mulato expresó con un peculiar sentido rítmico la temática del mestizaje, en un contexto social y político que manifestaba la dura opresión y servidumbre sufrida por el pueblo. En sus comienzos le caracterizó incluso una fonética afrocubana, que más tarde abandonó para desmarcarse de la tradición oral folclórica.
A esta primera época pertenecen Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo (1931). Poco después, con West Indies Limited (1934) se alejó del mero ejercicio rítmico para incorporar la protesta política y antiimperialista, orientándose hacia una cólera militante y comprometida con el hombre.
El poema más conocido del libro, Balada de los dos abuelos, indicó la madura aceptación de lo africano y de lo español en una misma sangre: el abuelo blanco y el abuelo negro, que evocan además la crueldad del tráfico de esclavos. En poemas como Sensemayá y La muerte del Ñeque se inspiró en ritos y creencias africanos, sin que ello supusiera un rechazo de la cultura blanca.
Nicolas Guillén siguió evolucionando en la dirección de las preocupaciones políticas y sociales con Cantos para soldados y sones para turistas (1937), donde todavía conservó formas propias del canto y de la danza afrocubana al mismo tiempo que se hicieron ya evidentes algunos de los rasgos estilísticos que predominaron en su lírica posterior, como el uso frecuente que hizo de onomatopeyas "jitanjáforas" que aparecieron abundantemente en la obra del fundador del futurismo, el italiano F. Marinetti, y la creada por el vanguardista cubano M. Brull, así como la rima aguda, las reiteraciones o la enumeración.
En el mismo año de 1937 lanzó una acusación hacia el impacto y la injusticia de la Guerra Civil española y del asesinato de F. García Lorca, en Poemas en cuatro angustias y una esperanza. Después, aunque conservó siempre una particular claridad expresiva popular, el elemento rítmico fue decreciendo en beneficio de un tono más elevado y ambicioso desde El son entero (1947) hasta La paloma de vuelo popular (1958) y sus poesías en sazón revolucionaria de Antología mayor (1964), donde mostró su compromiso con la Revolución cubana y los desheredados del mundo.
Además, su poesía se hizo eco también de las inquietudes neorrománticas y metafísicas del momento, como la trascendencia del amor y la muerte que ocuparon un espacio importante en su obra. Otras obras en esta dirección fueron: Tengo (1964), donde manifestó su júbilo ante la Cuba revolucionaria y Poemas de Amor, que apareció el mismo año. Más tarde publicó títulos como El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972), El diario de a diario (1972) y Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1977). Además, en Prosa de prisa (1975-1976) recogió una selección de sus trabajos periodísticos. Y aún dentro de su poesía cabe destacar el singular Poemas para niños y mayores de edad (1977), donde siguió demostrando su gran capacidad para conjugar preocupaciones diversas y encontrar formas de expresión constantemente renovadas
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martes, 15 de diciembre de 2009
El aroma de tu cuerpo..., Mario chiappetta
a M.Gracia
El aroma de tu cuerpo
perdura entre las paredes
de la habitación.
Pensando atraves de mis ojos
te miro mientras duermes.
Quiero ser viajero
Y recorrer con todos mis sentidos
tu cuerpo dulce de mujer.
Abrazar mi boca
con tu boca,
ser tu piel,
y ser como el humo
y enredarnos como el.
Donde amor,
adonde caminamos y vagar .
Donde esta tu puerto,
donde esta.
Quiero ser de vos.
Tal vez,
Esperes la lluvia
para encontrar tu destino
y una estrella paradisiaca
para alumbrar tu camino.
El aroma de tu cuerpo
perdura entre las paredes
de la habitación.
Pensando atraves de mis ojos
te miro mientras duermes.
Quiero ser viajero
Y recorrer con todos mis sentidos
tu cuerpo dulce de mujer.
Abrazar mi boca
con tu boca,
ser tu piel,
y ser como el humo
y enredarnos como el.
Donde amor,
adonde caminamos y vagar .
Donde esta tu puerto,
donde esta.
Quiero ser de vos.
Tal vez,
Esperes la lluvia
para encontrar tu destino
y una estrella paradisiaca
para alumbrar tu camino.
Tu ausencia, Mario Chiappetta
a Maria G.
Tu ausencia
perturba mi espíritu,
entristece mis horas,
congela mi sangre,
enturbia mi mirada,
paraliza mi corazón.
Tu ausencia,
es no sentir
la música de tus palabras,
el sol resplandeciente de tus ojos,
la calidez de tus manos,
el fuego de tu boca,
la ternura de tu cuerpo.
Tu ausencia
es oscuridad,
un vacío profundo,
es soledad infinita,
es silencio.
Tu ausencia
perturba mi espíritu,
entristece mis horas,
congela mi sangre,
enturbia mi mirada,
paraliza mi corazón.
Tu ausencia,
es no sentir
la música de tus palabras,
el sol resplandeciente de tus ojos,
la calidez de tus manos,
el fuego de tu boca,
la ternura de tu cuerpo.
Tu ausencia
es oscuridad,
un vacío profundo,
es soledad infinita,
es silencio.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Cambalache, Enrique Santos Discépolo
El clásico tango Cambalache cantado por Julio Sosa, el "Varón del tango".
Uno, Enrique Santos Discépolo
Letra de Enrique Santos Discépolo (1950)
Música de Mariano Mores (1950)
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha,
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.
Uno va arrastrándose entre espinas,
y en su afán de dar su amor
sufre y se destroza, hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón.
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo engañó;
vacío ya de amar y de llorar
tanta traición...
Si yo tuviera el corazón,
el corazón que di;
si yo pudiera, como ayer,
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos,
que hoy me gritan su cariño,
los cerrara con mis besos
sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir...
Si yo tuviera el corazón,
el mismo que perdí;
si olvidara a la que ayer
lo destrozó y pudiera amarte...
Me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
Pero Dios te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte.
Déjame que llore como aquél
que sufre en vida la tortura
de llorar su propia muerte.
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor.
Uno está tan solo en su dolor...
Uno está tan ciego en su penar...
Pero un frío cruel, que es peor que el odio,
punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor,
maldijo para siempre y se robó
toda ilusión...
Música de Mariano Mores (1950)
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha,
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.
Uno va arrastrándose entre espinas,
y en su afán de dar su amor
sufre y se destroza, hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón.
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo engañó;
vacío ya de amar y de llorar
tanta traición...
Si yo tuviera el corazón,
el corazón que di;
si yo pudiera, como ayer,
querer sin presentir...
Es posible que a tus ojos,
que hoy me gritan su cariño,
los cerrara con mis besos
sin pensar que eran como esos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir...
Si yo tuviera el corazón,
el mismo que perdí;
si olvidara a la que ayer
lo destrozó y pudiera amarte...
Me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...
Pero Dios te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte.
Déjame que llore como aquél
que sufre en vida la tortura
de llorar su propia muerte.
Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor.
Uno está tan solo en su dolor...
Uno está tan ciego en su penar...
Pero un frío cruel, que es peor que el odio,
punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor,
maldijo para siempre y se robó
toda ilusión...
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Uno
Yira Yira, Enrique Santos Discépolo
En la letra de este tango se describe la falta de esperanza observada por José Ingenieros, autor del famoso libro “El hombre mediocre”.
Letra y música de Enrique Santos Discépolo
Cuando la suerte, que es grela,
fallando y fallando
te largue parao...
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol...
Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
La indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor...
Que al mundo nada le importa...
Yira... Yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor...
Cuando estén secas las pilas
de todos lo timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de chinchar,
lo mismo que a mí...
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
¡Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar!
Letra y música de Enrique Santos Discépolo
Cuando la suerte, que es grela,
fallando y fallando
te largue parao...
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol...
Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
La indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor...
Que al mundo nada le importa...
Yira... Yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor...
Cuando estén secas las pilas
de todos lo timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de chinchar,
lo mismo que a mí...
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
¡Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar!
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Cambalache, Enrique Santos Discépolo
Letra del tango ‘Cambalache’ de Enrique Santos Discépolo
El tango ‘Cambalache’ de Enrique Santos Discépolo es uno de los más famosos del género y ha sido objeto de muchas referencias filosóficas en el mundo entero. Su letra guarda una de las características que definió a ‘Discepolín’ como poeta, la existencia de la llamada “filosofía de moneditas”, grandes pensamientos en acotadas frases que son utilizadas a diario.
Letra y música de Cambalache a cargo de Enrique Santos Discépolo.
Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón...
¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley...
El tango ‘Cambalache’ de Enrique Santos Discépolo es uno de los más famosos del género y ha sido objeto de muchas referencias filosóficas en el mundo entero. Su letra guarda una de las características que definió a ‘Discepolín’ como poeta, la existencia de la llamada “filosofía de moneditas”, grandes pensamientos en acotadas frases que son utilizadas a diario.
Letra y música de Cambalache a cargo de Enrique Santos Discépolo.
Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón...
¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley...
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Enrique Santos Discépolo, Biografía
Enrique Santos Discépolo Deluchi, conocido como Discepolín, fue compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino.
Nació en el Barrio porteño de Once el 27 de marzo de 1901 y falleció el 23 de diciembre de 1951
Un ingenio amargo recorre los apuntes biográficos de Enrique Santos Discépolo. Igual que sus piezas editadas como "tango cómico", escasas en relación con las decididamente trágicas que lo sacralizaron y lo proyectaron a nuestra época como el poeta de la desesperación. Quién diría hoy que el desgarrado autor de Uno y Yira, yira, alguna vez, como monologuista en radio, estuvo auspiciado por una publicidad famosa de dentífricos.
Huérfano a los nueve años, creció bajo la influencia decisiva y la autoridad de su hermano mayor Armando. A los 16 ya era actor —comenzó en El chueco Pintos, escrita por Armando en colaboración—, y a los 17 autor teatral —la compañía Vittone-Pomar estrenó en el Nacional El duende, que firmaba Enrique junto con Mario Folco—. Para el teatro compuso su primer tango, Bizcochito, que el experimentado músico Salvador Merico procuró mejorar para un debut por demás intrascendente. Al estreno de su segundo tango, Qué vachaché (1926), se le debe una anécdota tragicómicamente discepoliana, y decididamente fantasiosa, transcripta por su historiador Norberto Galasso: "Sale la hermana del apuntador convertida por azar en cancionista... El pianista, un honrado padre de familia a quien internaron semanas después en un manicomio... A su lado, el violinista rascaba el instrumento con un optimismo y una cara de pambazo irritante. Sonreía a todo. Era feliz. Era feliz porque desafinaba... El flautista era asmático y la flauta rencorosa. Había no sé qué resentimientos personales entre ellos...". A este relato le cae bien la sentencia del propio Discépolo "Nos burlamos a gritos de nuestro fracaso para evitar que se burlen los demás", porque Qué vachaché fue, efectivamente, un estreno sin suerte. En cambio el siguiente, Esta noche me emborracho en la voz de Azucena Maizani, resultó un éxito inmediato que en poco tiempo grabaron solistas como Carlos Gardel, Ignacio Corsini, la orquesta de Osvaldo Fresedo con el cantor Ernesto Famá y la Orquesta Típica Víctor en versión instrumental, entre otros. Esta noche me emborracho redimió a Qué vachaché y generó una expectativa que el poeta no defraudaría en sus siguientes obras.
Desde esa época acarreó el hiperbólico título de "filósofo del tango". Sergio Pujol rescata en su biografía Discépolo(1996, Emecé) la nota de Dante A. Linyera en La Canción Moderna de noviembre del '28: "Esta noche me emborracho es la tragedia del hombre que siente, Qué vachaché, la del hombre que piensa, y Chorra la del hombre que cree. El tango tiene ya su salvador y su filósofo. Welcome".
Escribió poco menos de cuarenta tangos —en algunos casos, en colaboración— y explicó: "Mis canciones nacen así: voy caminando por Corrientes y se me aparece un tango en el oído. Primero se me ocurre la letra, es decir, el asunto. El tema me empieza a dar vueltas en la cabeza durante varios días. Hasta que de pronto estoy sentado en la mesa de un café, leyendo en mi casa o caminando por la calle y empieza a zumbarme en el oído la música que corresponde a ese estado de espíritu, a esa situación de tango. Y aquí se me presenta la tragedia porque yo no sé música (...) Corro a buscar un amigo que me lo escriba. Muchas veces, no lo encuentro enseguida. Y aquí empieza la desesperación para que esas notas, esas notas que de repente se me han presentado no se me vayan".
Cambalache, escrito en 1934 para la película El alma del bandoneón —donde lo cantó Ernesto Famá— recuerda a Qué sapa, señor (Discépolo, 1931) y a Al mundo le falta un tornillo (Enrique Cadícamo, 1932), pero cobró un peso incomparable. Yira, yira proviene de su anterior En el cepo. El lenguaje estilizado de Sin palabras (del ''45, el mismo año de Canción desesperada) es por lo menos compatible con el auge internacional del bolero a través del cine mexicano, y con la todavía vigente censura radiofónica que había proscripto el uso del voseo. Si en 1943 la censura alcanzó a Uno (debía de objetársele inconveniencia moral), todavía operaba en 1949, cuando Discépolo y Mores volvieron a colaborar en Cafetín de Buenos Aires y el autor se permitió comparar el café con la madre, y además llamarla "vieja": "Puedo entender críticas a mis tangos. Lo que resulta imposible de aceptar es cierto tipo de protección y consejo, ponga tal palabra en lugar de la que usted ha usado —respondió en Noticias Gráficas—. Lo que muchos llaman lunfardo es brillo de la imagen popular, es una nueva forma de metáfora, es el lenguaje propio de la canción".
Gardel grabó ¿Qué vachaché?, Esta noche me emborracho, Yira, yira, Chorra, Victoria, Secreto, Confesión, Malevaje (música de Filiberto), Sueño de juventud. En 1930 debutaron juntos en el incipiente cine sonoro, en la serie de cortos musicales del cantor, presentando Yira, yira. En el cine, Discépolo seguiría como actor, autor y director, con una producción desparejamente valorada por la crítica. Su composición actoral para El hincha (que dirigió Manuel Romero) y su película Cuatro corazones, entre otras, permanecieron llamativamente vigentes.
La intérprete por excelencia de sus tangos fue Tania. Anita Luciano Divis y Enrique fueron presentados por José Razzano en 1928, en el cabaret Follies Bergeres, donde ella cantaba Esta noche me emborracho. El contraste entre la diva toledana ("Yo era una engrupida que adoraba las joyas y picaba alto") y el poeta tímido, feo e increíblemente delgado ("He llegado a estar tan flaco que si me tapaba un ojo quedaba disfrazado de aguja"), no podía ser más rotundo: a las pocas semanas compartían un departamento en el Centro. Pasaron juntos más de veinte años, con un único paréntesis de seis meses que el poeta pasó en México, en 1946, junto a Raquel Alicia Díaz, quien posiblemente haya tenido un hijo suyo. Pero fue mucho más lo que se habló y especuló acerca de presuntas infidelidades de ella y de la resignación de él ("Si vos me vieras desnudo, la comprenderías a Tania", se cita en Pujol).
La pareja hizo viajes y presentaciones en Europa, Chile, México ("Tengo alma de valija. Donde veo una estampilla me la pego"). Filmaron y grabaron discos juntos (él dirigió orquesta). Si no precipitó su final, como se tiene por probable, la vinculación con el peronismo signó sus últimos años. Al frente del Teatro Cervantes —un cargo que acepto ad honorem— se ganó no pocas antipatías. Pero fue sobre todo su actuación en radio, en el ciclo propagandístico Pienso y digo lo que pienso, instado por el poderoso funcionario Raúl Apold, lo que le valió profundas enemistades. El 2 de julio de 1951 comenzó la serie de charlas radiales en apoyo a Perón. Durante muchas noches se dirigió inflamadamente a Mordisquito, un opositor imaginario: "Vos siempre viviste sin la angustia del peso que falta y nunca llegaba hasta tu mundo el rumor doloroso de las muchedumbres explotadas. ¿Entendés, Mordisquito? ¡No! ¡A mí no me vas a contar que no entendés, que no entendiste ya, hace mucho tiempo! ¡No! ¡A mí no me la vas a contar!".
Si Mordisquito encarnó al opositor, la oposición vio encarnada en Discépolo la obsecuencia política, y lo castigó. Alguien compró todas las entradas de una cena en su homenaje, sólo para dejar la desierta. La temporada teatral de Blum pasó del éxito de taquilla a la declinación. Y hubo antiguos amigos que lo increparon directamente.
Discépolo acusó los golpes. El 23 de diciembre de ese año, murió en su departamente de la calle Callao. Como si cumpliera con una última exigencia de su propio mito, acurrucado en un sillón del living dejó lugar para la sentencia que no constó en el acta de defunción: "Discepolín se murió de tristeza". (Tangogoods)
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viernes, 11 de diciembre de 2009
Los Trabajos y Las Noches - Alejandra Pizarnik (selección)
POEMA
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
REVELACIONES
En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
El deseo de morir es rey.
Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.
EN TU ANIVERSARIO
Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.
DESTRUCCIONES
Del combate con las palabras ocúltame
y apaga el furor de mi cuerpo elemental.
AMANTES
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
QUIEN ALUMBRA
Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante
RECONOCIMIENTO
Tú haces el silencio de las lilas que aletean
en mi tragedia del viento en el corazón.
Tú hiciste de mi vida un cuento para niños
en donde naufragios y muertes
son pretextos de ceremonias adorables.
PRESENCIA
tu voz
en este no poder salirse las cosas
de mi mirada
ellas me desposeen
hacen de mí un barco sobre un río de piedras
si no es tu voz
lluvia sola en mi silencio de fiebres
tú me desatas los ojos
y por favor
que me hables
siempre
ENCUENTRO
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
DURACIÓN
De aquí partió en la negra noche
y su cuerpo hubo de morar en este cuarto
en donde sollozos, pasos peligrosos
de quien no viene, pero hay su presencia
amarrada a este lecho en donde sollozos
porque un rostro llama,
engarzado en lo oscuro,
piedra preciosa.
TU VOZ
Emboscado en mi escritura
cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz
petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a su fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte
EL OLVIDO
en la otra orilla de la noche
el amor es posible
--llévame--
llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
REVELACIONES
En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
El deseo de morir es rey.
Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.
EN TU ANIVERSARIO
Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.
DESTRUCCIONES
Del combate con las palabras ocúltame
y apaga el furor de mi cuerpo elemental.
AMANTES
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
QUIEN ALUMBRA
Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante
RECONOCIMIENTO
Tú haces el silencio de las lilas que aletean
en mi tragedia del viento en el corazón.
Tú hiciste de mi vida un cuento para niños
en donde naufragios y muertes
son pretextos de ceremonias adorables.
PRESENCIA
tu voz
en este no poder salirse las cosas
de mi mirada
ellas me desposeen
hacen de mí un barco sobre un río de piedras
si no es tu voz
lluvia sola en mi silencio de fiebres
tú me desatas los ojos
y por favor
que me hables
siempre
ENCUENTRO
Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.
DURACIÓN
De aquí partió en la negra noche
y su cuerpo hubo de morar en este cuarto
en donde sollozos, pasos peligrosos
de quien no viene, pero hay su presencia
amarrada a este lecho en donde sollozos
porque un rostro llama,
engarzado en lo oscuro,
piedra preciosa.
TU VOZ
Emboscado en mi escritura
cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz
petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a su fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte
EL OLVIDO
en la otra orilla de la noche
el amor es posible
--llévame--
llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria
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Amantes, Alejandra Pizarnik
una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
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Poema 35, Alejandra Pizarnik
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.
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Exilio, Alejandra pizarnik
a Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
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Alejandra Pizarnik, Biografía
La poetisa surrealista Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia de inmigrantes judíos.
Sin tener en claro cuál era su verdadera vocación, tras terminar el bachillerato en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda (provincia de Buenos Aires), la escritora se anotó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires con el fin de seguir la carrera de Filosofía, más tarde intentó por un corto periodo de tiempo estudiar Periodismo y, sin graduarse en ninguna de ellas, optó por asistir a clases de pintura en el taller de Juan Batlle Planas.
Entre 1960 y 1964, la vida de Alejandra Pizarnik transcurrió en Paris, donde escribió el poemario titulado “Árbol de Diana”, tradujo obras de Antonin Artaud, Aimé Cesairé e Yves Bonnefoy, fue correctora de pruebas de la revista “Cuadernos para la liberación de la cultura” y trabajó para diversas publicaciones poéticas y literarias europeas y americanas, además de estudiar Historia de la Religión y Literatura Francesa en la Sorbona. Ya de regreso en Buenos Aires, publicaría sus libros más reconocidos: “Los trabajos y las noches”, “Extracción de la piedra de locura” y “El infierno musical”, que se sumarían a otras obras de su autoría, tales como “Nombres y figuras”, “La condesa sangrienta” y “Los pequeños cantos”.
Lejos de disfrutar de sus logros literarios, esta argentina amiga de Octavio Paz, Silvina Ocampo y Julio Cortázar que, en 1968, recibió la beca Guggenheim y en 1971, la Fullbright, pasó sus últimos años de vida prácticamente recluída debido a sus continuas depresiones y tentativas de suicidio. Aunque estos trastornos derivaron en una internación de cinco meses en un hospital psiquiátrico, nada se pudo hacer para salvar a Alejandra Pizarnik, quien se suicidó el 25 de septiembre de 1972 durante una salida permitida de fin de semana.
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