lunes, 30 de noviembre de 2009

Llueve dulcemente..., Mario Chiappetta

para ti Maria Gracia

Llueve dulcemente
en la ciudad.
Y yo aquí contigo
intercambiando
palabras y sensaciones.

La mirada de tus ojos
color del tiempo,
se apodera de mi corazón.
Y me conmueve,
tanto como tu cabellera revuelta
y tu espíritu anárquico.

La vida dura,
sencilla e inexplicable,
nos rodea.
Pero esta tambien
la sonrisa de tus labios
para contrarrestar
el hastío de despertar por la mañana.

Quiero llenar
mis manos vacías
con tus sueños,
con tus pechos adolescentes.
Y con mis labios
que no saben cantar,
gritar tu nombre al viento,
para que la brisa
desparrame su ternura.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Soy una persona única...., Mario Chiappetta

Parafraseando a Antonieta rosario chiappetta

Soy una persona única,
de buen corazón.
Nunca quise hacer daño
a ninguna persona.
Si me equivoque,
es porque soy humano
Y como tal,
aprendo de los errores.
De acuerdo a los errores y aciertos,
hacemos el camino de la vida.
Así crecemos,
a base de sufrimientos
y algunas alegrías.
La vida,
no es color de rosa,
por lo menos para nosotros.
Soy un ser importante en el mundo
y valgo ,
esta todo el futuro en mis manos.
Cada persona esta en su tema,
en su mundo
y nadie te ve.
Es difícil,
pero hay que aceptarlo
y vivir para uno.
¡Siempre ,
se esta a tiempo
de aprender¡.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Casablanca-Time goes by

El Teorema de Thales, Les Luthiers

Volverán las oscuras golondrinas - version extendida, Gustavo Adolfo Béquer

autor : gustavo adolfo becquer voz : cristhian edwin rodriguez anco cancion final: amarte es mi pecado de ricardo montaner TACNA - PERU

Asomaba a sus ojos una lágrima ...,Gustavo Adolfo Béquer

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?

Volverán las obscuras golondrinas...,Gustavo Adolfo Béquer,

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!

Los suspiros son aire y van al aire...,Gustavo Adolfo Béquer

¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

Como se arranca el hierro de una herida...,Gustavo Adolfo Béquer

Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía
la Voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.

Aún turbando en la noche el firme empeño
vive en la idea la visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!

Gustavo Adolfo Béquer, Biografía


Bécquer, Gustavo Adolfo

(1836-1870)

Poeta español. Es una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron el punto de partida de la poesía moderna española.

Nació en Sevilla, hijo de un pintor y hermano de otro, Valeriano. También él mismo practicó la pintura, pero, después de quedarse huérfano y trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse exclusivamente a la literatura. No logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca categoría. Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y los ensayos costumbristas Cartas desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado, en 1864, de censor oficial de novelas. Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero con la Revolución de 1868 se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar otro, en parte de memoria. Su matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858 estaba aquejado de una grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se trasladó a Toledo, a casa de su hermano Valeriano. Éste murió en septiembre de 1870 y el poeta el 22 de diciembre, a los treinta y cuatro años.

Las Rimas, una colección de setenta y seis poesías, publicadas al año siguiente con el título inicial de El libro de los gorriones, poseen una cualidad esencialmente musical y una aparente sencillez que contrasta con la sonoridad un tanto hueca del estilo de sus predecesores. Formalmente son poemas breves en versos asonantes, donde el mundo aparece como un conjunto confuso de formas invisibles y átomos silenciosos cargados de posibilidades armónicas que se materializan en visión o sonido gracias a la acción del poeta que une las formas con las ideas. Se refieren a la emoción de lo vivido, al recuerdo, a experiencias convertidas en sentimientos. También aparece el amor, el desengaño, el deseo de evasión, la desesperanza y la muerte. Su pureza y humildad, junto con su engañosa sencillez, suponen la "culminación de la poesía del sentimiento y de la fantasía", en palabras de Jorge Guillén, y como dijo Luis Cernuda: "Desempeñan en nuestra poesía moderna, un papel equivalente al de Garcilaso en nuestra poesía clásica: el de crear una nueva tradición que llega a sus descendientes."

Un acento poético semejante y una calidad artística nada inferior, tienen las Leyendas, título con el que se agrupan todas las narraciones en prosa de Bécquer. Se publicaron originalmente en periódicos, entre 1861 y 1863, por lo que se supone que su composición fue anterior a la mayor parte de las Rimas. Son veintidós y están escritas con un estilo vaporoso, delicado y rítmico, donde abundan las descripciones, las imágenes y las sensaciones. Revelan un aspecto importante del romanticismo literario de su autor al mostrar un interés artístico y arqueológico por la edad media, con sus templos y claustros románicos o góticos, campos sombríos y calles tenebrosas, palacios y castillos. Predomina en ellas un espíritu donde se impone lo misterioso, lo sobrenatural y mágico con historias de raíz popular en muchas ocasiones, en las que la búsqueda de lo inalcanzable suele ser su argumento central.

Bécquer también escribió teatro, adaptó obras dramáticas ligeras francesas e italianas. Colaboró en una gran obra editorial, Historias de los templos de España, de la que sólo apareció un volumen, en 1864. Y en sus Cartas literarias a una mujer, de 1860-61, expone sus puntos de vista con respecto a su poesía, que para él es "estética del sentimiento."

Las Rimas y las Leyendas de Bécquer continúan editándose con regularidad y, aún hoy en día, constituyen uno de los puntos de referencia capitales de la literatura moderna española

viernes, 20 de noviembre de 2009

martin fierro un padre que da consejos

INTERPRETADO POR :JORGE CAFRUNE

Martin Fierro , José Hernández

Martin Fierro : Consejos del Viejo Vizcacha , José Hernández

Consejos de Martín Fierro a sus hijos, José Hernández

"Consejos de Martín Fierro a sus hijos"
CANTO XXXII (Segunda Parte)

Un padre que da consejos
Más que padre es un amigo,
Ansí como tal les digo
Que vivan con precaución-
Naides sabe en qué rincón
Se oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada-
No extrañen si en la jugada
Alguna vez me equivoco-
Pues ha de saber muy poco
Aquél que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Mas digo sin ser muy ducho:
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajos
Si no han de enseñarnos nada-
El hombre, de una mirada
Todo ha de verlo al momento-
El primer conocimiento
Es conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifren
Nunca en corazón alguno-
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios-
De los hombres, sólo en uno,
Con gran precaución en dos-

Las faltas no tienen límites
Como tienen los terrenos-
Se encuentran en los más buenos,
Y es justo que les prevenga;-
Aquél que defectos tenga,
Disimule los ajenos-

Al que es amigo, jamás
Lo dejen en la estacada,
Pero no le pidan nada
Ni lo aguarden todo de él-
Siempre el amigo más fiel
es una conducta honrada.

Ni el miedo ni la codicia
Es bueno que a uno le asalten-
Ansí no se sobresalten
por los bienes que perezcan,
Al rico nunca le ofrezcan
Y al pobre nunca le falten.

Bien lo pasa hasta entre Pampas
El que respeta a la gente-
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos-
Cauteloso entre los flojos
Moderado entre valientes.

El trabajar es la ley
Porque es preciso alquirir-
No se expongan a sufrir
Una triste situación-
Sangra mucho el corazón
Del que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria en su afán
De perseguir de mil modos-
Llama en la puerta de todos
Y entra en la del haragán.

A ningún hombre amenacen
Porque naides se acobarda-
Poco en conocerlo tarda
Quien amenaza imprudente-
Que hay un peligro presente
Y otro peligro que aguarda.

Para vencer un peligro,
Salvar de cuelquier abismo,
Por experiencia lo afirmo,
Más que el sable y que la lanza-
Suele servir la confianza
Que el hombre tiene en sí mismo.

Nace el hombre con la astucia
Que ha de servirle de guía-
Sin ella sucumbiría,
Pero sigún mi esperiencia-
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.

Aprovecha la ocasión
El hombre que es diligente-
Y téngalo bien presente,
Si al compararla no yerro-
La ocasión es como el fierro
Se ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombre
Que a veces las vuelve a hallar-
Pero les debo enseñar
Y es bueno que lo recuerden-
Si la vergüenza se pierde
Jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea-
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera.

Respeten a los ancianos,
El burlarlos no es hazaña-
Si andan entre gente estraña
Deben ser muy precavidos-
Pues por igual es tenido
Quien con malos se acompaña.

La cigüeña cuando es vieja
Pierde la vista, -y procurar
Cuidarla en su edad madura
Todas sus hijas pequeñas-
Apriendan de las cigüeñas
Este ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,
Aunque la echen en olvido,
Vivan siempre prevenidos;
Pues ciertamente sucede-
Que hablará muy mal de ustedes
Aquel que los ha ofendido.

El que obedeciendo vive
Nunca tiene suerte blanda-
Mas con su soberbia agranda
El rigor en que padece-
Obedezca el que obedece
Y será bueno el que manda.

Procuren de no perder
Ni el tiempo ni la vergüenza-
Como todo hombre que piensa
Proceder siempre con juicio-
Y sepan que ningún vicio
Acaba donde comienza.

Ave de pico encorvado
Le tiene al robo afición-
Pero el hombre de razón
No roba jamás un cobre-
Pues no es vergüenza ser pobre
Y es vergüenza ser ladrón.

El hombre no mate al hombre
Ni pelee por fantasía-
Tiene en la desgracia mía
Un espejo en qué mirarse-
Saber el hombre guardarse
Es la gran sabiduría.

La sangre que se redama
No se olvida hasta la muerte-
La impresión es de tal suerte,
Que a mi pesar no lo niego-
Cai como gotas de fuego
En el alma del que la vierte.

Es siempre en toda ocasión
El trago el pior enemigo-
Con cariño se los digo,
Recuérdenlo con cuidado-
Aquél que ofende embriagado
Merece doble castigo-.

Si se arma algún revolutis
Siempre han de ser los primeros-
No se muestren altaneros
Aunque la razón les sobre-
En la barba de los pobres
Aprienden pa ser barberos.

Si entriegan su corazón
A alguna mujer querida,
No le hagan una partida
Que la ofienda a la mujer-
Siempre los ha de perder
Una mujer ofendida.

Procuren si son cantores,
El cantar con sentimiento,
Ni tiemplen el instrumento
Por sólo el gusto de hablar-
Y acostúmbrense a cantar
En cosas de jundamento.

Y les doy estos consejos
Que me han costado alquirirlos,
Porque deseo dirijirlos,
Pero no alcanza mi cencia-
Hasta darles la prudencia
Que precisan pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchas,
Medité en mis soledades-
Sepan que no hay falsedades
Ni error en estos consejos-
Es de la boca del viejo
De ande salen las verdades.

Martín Fierro , José Hernández,

Martín Fierro (Fragmento)


M. Fierro:
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria,
con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento;
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.

Vengan santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores,
con famas bien otenidas,
y que después de alquiridas
no las quieren sustentar:
parece que sin largar
se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan;
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.

Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando he de llegar
al pie del Eterno Padre:
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.

Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra.
El cantar mi gloria labra,
y poniéndome a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo
a cantar un argumento.
Como si soplara el viento
hago tiritar los pastos.
Con oros, copas y bastos
juega allí mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao,
mas si me pongo a cantar
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando;
las coplas me van brotando
como agua de manantial.

Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman;
naides me pone el pie encima,
y cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.

Yo soy toro en mi rodeo
y toraso en rodeo ajeno;
siempre me tuve por güeno,
y si me quieren probar,
salgan otros a cantar
y veremos quién menos.

No me hago al lao de la güeya
aunque vengan degollando;
con los blandos yo soy blando
y soy duro con los duros,
y ninguno, en un apuro,
me ha visto andar tutubiando.

En el peligro, ¡qué Cristos!,
el corazón se me enancha
pues toda la tierra es cancha,
y de esto naides se asombre:
el que se tiene por hombre
donde quiera hace pata ancha.

Soy gaucho, y entiendanló
como mi lengua lo explica,
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor.
Ni la víbora me pica
ni quema mi frente el sol.

Nací como nace el peje,
en el fondo de la mar;
naides me puede quitar
aquello que Dios me dio:
lo que al mundo truge yo
del mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro del cielo;
no hago nido en este suelo,
ande hay tanto que sufrir;
y naides me ha de seguir
cuando yo remonto el vuelo.

Yo no tengo en el amor
quien me venga con querella;
como esas aves tan bellas
que saltan de rama en rama;
yo hago en el trébol mi cama
y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos escuchan
de mis penas el relato,
que nunca peleo ni mato
sino por necesidá,
y que a tanta adversidá
solo me arrojó el mal trato.

José Hernández, Biografía


José Hernández, José Rafael Hernández y Pueyrredón, (* Villa Ballester Oeste, Partido de San Martín, Provincia de Buenos Aires, 10 de noviembre de 1834 - † Belgrano, Buenos Aires, 21 de octubre de 1886) fue un poeta, político y periodista argentino, conocido especialmente por haber escrito el Martín Fierro, considerado el libro nacional de la Argentina.
Contenido
1 Biografía
2 Obra
3 Obras


Biografía:

José Hernández nació en la Chacra Pueyrredón, actualmente ubicada en Villa Ballester Oeste, en el Partido de General San Martín, en la zona norte del Gran Buenos Aires.

Sus padres fueron Don Rafael Hernández y Doña Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón.

Fue un autodidacta. Entre 1852 y 1872, época de gran agitación política, defendió la postura de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales establecidas en Buenos Aires.

En 1853 viste uniforme militar y combate en la batalla de San Gregorio contra las fuerzas del coronel federal Hilario Lagos. En marzo de 1857 se instala en la ciudad de Paraná. Allí conoce a Carolina González del Solar, con quien se casa y tiene siete hijos.

Combatió luego bajo las órdenes de Urquiza, intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda, en 1859. Participó en una de las últimas rebeliones federales, la de Ricardo López Jordán, un importante movimiento cuyo primer intento de acción finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández en el Brasil. Después de esta revolución, siguió siendo por corto tiempo asesor del general revolucionario, pero con el tiempo se distanció de él.

A su regreso a la Argentina, en 1872, continuó su lucha por medio del periodismo. También desempeñó los cargos de Diputado y Senador de la provincia de Buenos Aires. Ocupando este último cargo, defendió la federalización de Buenos Aires en un memorable discurso, enfrentándose a Leandro N. Alem.

Pero fue a través de su poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas, y la más valiosa contribución a la causa de los gauchos. El gaucho Martín Fierro (1872) y su continuación, La vuelta de Martín Fierro (1879), en conjunto, forman un poema épico popular. Es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina.

Desde ese mismo año hasta 1881 se desempeñó como Senador por la Provincia de Buenos Aires.

En 1886 muere en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: “Buenos Aires... Buenos Aires...”.[cita requerida] En su homenaje, el 10 de noviembre (aniversario de su nacimiento) se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.


Obra:

Se inició en la literatura con algunas composiciones poéticas cultas, sin mayor fortuna. Fue en la poesía gauchesca donde encontraría su inspiración.

Busto de José Hernández.En 1863 escribe Rasgos biográficos del general Ángel Peñaloza, en donde narra la vida de éste famoso caudillo riojano y que es llamado Vida del Chacho a partir de la segunda edición. Instrucción del Estanciero trata sobre las posibilidades económicas del campo argentino con consejos para el hombre de estancia. La descripción gaucha Los treinta y tres orientales y varios escritos dispersos que fueron recopilados póstumamente en Prosas del autor del Martín Fierro (1834-1886).

El 28 de noviembre de 1872 el diario La República anuncia El gaucho Martín Fierro (Martín en honor a Martín Güemes) y lo publica en forma de entregas. En diciembre aparece editado por la imprenta La Pampa, precedida por una importante carta del autor a su amigo y editor Don José Zoilo Miguens.

La obra comenzó a venderse en las zonas rurales. Era leída en grupo, en fogones o pulperías y su gran éxito se debió a que pintaba con veracidad las vicisitudes del gaucho y los paisanos se reconocían en la desgracia del protagonista.

En 1879 se publica la continuación de la obra, llamada La vuelta de Martín Fierro, en una edición ilustrada por Carlos Clérice. Ambas partes conforman el Martín Fierro, extenso poema nativo calificado de obra maestra en su género, que logra la interpretación sociológica de una época y de una sociedad, aúna lo lírico, lo descriptivo, lo satírico y lo épico, alcanzando los caracteres de una epopeya.

El gran mérito de José Hernández fue el de llevar a la literatura la vida de un gaucho contándola en primera persona, con sus propias palabras e imbuido de su espíritu. En el gaucho, descubrió la encarnación del coraje y la integridad inherentes a una vida independiente. Ésta figura era, según él, el verdadero representante del carácter argentino.

Lo que el autor no consiguió en su actividad política lo obtuvo por medio de la literatura. A través de la poesía consiguió un gran eco para sus propuestas, y el Martín Fierro fue su más valiosa contribución a la causa de los gauchos.

Obras:

Vida del Chacho - 1863
El Gaucho Martín Fierro - 1872
La vuelta de Martín Fierro - 1879
Instrucción del Estanciero - 1881
Los treinta y tres orientales-1867

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Amor, Franklin Mieses Burgos

("Quien a las llamas del amor no muere")

Es el amor en todas las edades
del ser que valeroso lo frecuenta,
una oscura semilla que fermenta
en etapas de calma y tempestades.

Más dado a lo irreal que a realidades
del suelo material donde se asienta,
va como oveja dulce que apacienta
en prados de celestes claridades.

Arquitecto del cielo que idealiza:
arde desde la lava a la ceniza
de sus propios volcanes desatados.

Hasta que por el fuego que lo inflama,
es consumido por la misma llama,
"en soledad de dos acompañados"

Estrella matutina, Franklin Mieses Burgos

Gota de luz celeste que destila
desde su propia eternidad cerrada;
espiga de la gracia germinada
en la mano del ángel que vigila.

Sola, serena, y por demás tranquila
derrumba su existir con la alborada
¡Saeta de la noche vulnerada!
¡Redonda voz de una lejana esquila!

Pastora que apacienta en altos prados
donde de claridades nacen rosas
de solitarios pétalos nevados.

¿Qué enamorado serafín te cuida
a la orilla del aire en que reposas
lo mismo que una lámpara encendida?

Canción de la voz florecida, Franklin Mieses Burgos

Yo sembraré mi voz en la carne del viento
para que nazca un árbol de canciones;
después me iré soñando músicas inaudibles
por los ojos sin párpados del llanto.

Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
habrá una pena blanca, que no será la luna.

Será una fruta alta, recién amanecida,
una fruta redonda de palabras
sonoras, como un canto:

maravilla sonámbula de un árbol
crecido de canciones, semilla estremecida
en la carne florecida del viento:
-mi voz.

Franklin Mieses Burgos, Biografia


Franklin Mieses Burgos
(1907 – 1976)

Nació y murió en la ciudad de Santo Domingo. Autor de una breve e intensa producción poética. Resalta por su exactitud a la técnica, su profundo lirismo y conceptos filosóficos de tinte existencial. Mieses Brugos fue uno de los iniciadores del movimiento literario de su país llamado "Poesía Sorprendida". Se determina por el acendrado Surrealismo y por su posición antidictatorial, en este caso, contra el gobierno del dictador Rafael Trujillo. Otros poetas que formaron parte de este grupo otros autores como Freddy Gastón Arce, Aída Cartagena y Gilberto Hernández Ortega, entre otros.

Podemos citar, entre sus múltiples obras poéticas, cronológicamente, las siguientes: Torre de voces (1929 –1936), Trópico íntimo (1930 –1946), Propiedad del recuerdo (1940 – 1942), Clima de eternidad (1944), 12 sonetos y una canción a la rosa (1945 – 1947), Seis cantos para una sola muerte (1947 – 1948), El ángel destruido (1950 –1952) y Al oído de Dios (1954 – 1960). Aquí presentamos un florilegio entresacado de varios de estos libros.

En cuanto a su poesía resumir algunas de las características que se encuentran en su poesía. Escribe al estilo tradicional con la misma facilidad con que escribe de acuerdo a la vena modernista y posmodernista. Al lado de una poesía sumamente elaborada y difícil encontramos poesía de formato popular, extremadamente musical y fácil. Puede seguir los moldes métricos de los antiguos como incurrir en los del momento vanguardista, etc.

Pero lo más admirable es que, bien escriba de una u otra manera, siempre se muestra auténtico en sus metros y temas. Emplea a veces metáforas sorprendentes, hasta llegar a lo audaz. Se nota con frecuencia mucho colorido sensual como substrato de lo onírico y psíquico y surrealista. Pero sobre todo ello, sobresale su apego al trópico: el sol, la vegetación exuberante y el mar. El mar es la marca común de casi todos los poetas isleños.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La Divina Comedia, Dante Alighieri

La vida nueva , Dante Alighieri

(fragmento)

Muchas veces me vienen a la cabeza
la oscura cualidad que me da el Amor
y me tengo lástima y así me digo:

¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?;
porque tan hábilmente me asalta el amor
que la vida casi me abandona:
sólo un hilo de espíritu deja medio vivo,
uno que sólo por ti vive y razona.

Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme,
y casi muerto, sin ningún valor,
vengo a verte, creyendo así curarme:

y cuando alzo los ojos para observarte
en mi corazón se inicia un terremoto
que suspende en mi alma todos los latidos.

Canto I° de la Divina Comedia, Dante Alighieri

(Fragmento)

Del camino a mitad de nuestra vida
encontréme por una selva oscura,
que de derecha senda era perdida.

¡Y cuánto en el decir es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
que en el pensar renueva la pavura!

Tanto es amarga que es poco más muerte:
más, para hablar del bien que allí encontrara
diré otras cosas de que fui vidente.

Yo no se bien decir cómo allí entrara;
tan lleno era de sueño en aquel punto
que el derecho camino abandonara.

Mas luego, al ser al pie de un monte junto
en donde daba término aquel valle
que aflicto en miedo el corazón me tuvo,

miré a lo alto, y vi que era en su talle
vestido ya de rayos del planeta
que nos guía derecho en cualquier calle.

Fue entonces la pavura un poco quieta,
que en el lago del pecho aún me duraba
la noche, que pasara tanto inquieta.

Y como aquel que con cansadas ansias,
salido ya del piélago a la riba,
se vuelve a ver las peligrosas aguas,

así el ánima mía, aún fugitiva,
se volvió atrás a remirar el paso
que no dejó jamás persona viva.

Cuando di algún reposo al cuerpo laso
aquella proseguí playa desierta,
tal que el pie firme siempre era el más bajo.

Y he aquí, casi al comenzar la cuesta
una onza ligera y presta pronto,
que de pie maculada era cubierta:

y no se me apartaba de ante el rostro,
así tanto impedía mi camino
que muchas veces intenté el retorno.

Tiempo era el principio matutino,
y remontaba el sol con las estrellas
que eran con él, cuando el amor divino

movió al principio aquellas cosas bellas;
tal que de esperar bien me dio ocasión,
de la fiera de piel pintada aquella,

la hora del tiempo y dulce la estación:
mas no sin que temor no me infundiese
la aparecida vista de un león.

Este semblaba contra mi viniese
con la testa alta y apetito fiero,
que el aire parecía le temiese;

mas una loba, que de todo anhelo
parecía cargada en su magrura,
y vivir mucha gente hizo con duelo,

esta causome turbación tan dura
con el temor, nacido de su vista,
que perdí la esperanza de la altura.

Y como aquel, que con placer aquista,
y llega el tiempo que perder le haga,
que en todo su pensar llora y se atrista,

tal me hiciera la fiera de paz falta,
que, viniendo a mi encuentro, poco a poco,
me rechazaba allí donde el sol falla.

Mientras retrocedía al lugar hondo
ante mi vista se hizo descubierto
quien mudo pareció en lo silencioso.

Cuando yo le miré en el gran desierto,
"Apiádate de mi -le grité al mismo-,
quienquiera seas, sombra u hombre cierto."

Respondiome: "Hombre no; hombre ya he sido,
los que diéronme el ser fueron lombardos,
y ambos por patria a Mantua la han tenido.

Nací sub Julio, bien que un poco tardo
y viví en Roma, bajo el buen Augusto,
en tiempos de engañosos dioses falsos.

Poeta he sido, y yo canté del justo
hijo de Anquises, que volvió de Troya
después que fuese el soberbio Ilión combusto.

Mas, ¿por qué a tanta pena tu retornas?
¿por qué no vas al deleitoso monte
que es principio y razón de dicha toda?"

"¿Eres tu aquel Virgilio, aquella fuente
que tan gran río en el hablar difunde?
-le respondí con vergonzosa frente-.
¡Oh, de los otros poetas honra y lumbre!

válgame el largo estudio y grande amor,
que a mí buscar me han hecho tu volumen.
Eres tu mi maestro, eres mi autor:

eres tu solo aquel, de quien yo hurto
el bello estilo, que me ha dado honor.
Mira la bestia por la cual yo huyo:

de ella, famoso sabio, has de ayudarme,
que me hace estremecer venas y pulso."
Te conviene seguir distinto viaje,

-dijo, después de ver que yo lloraba-,
si quieres huir de este lugar salvaje:
porque esta bestia, por la qual tu clamas,

no deja que otro pase por su vía,
mas tanto se lo impide que lo mata;
y es su natura tan malvada e impía

que su rabiosa gana nunca llena,
y ha más hambre al comer que antes tenía.
Con muchos animales se empareja,

y aún serán muchos más, hasta que el Veltro
vendrá, y hará que con dolor se muera.
Este no comerá tierra ni peltro,

pero si amor, virtud, sabiduría,
y su patria estará entre Feltro y Feltro;
será salud de aquella humilde Italia,

por quien murió la virginal Camila,
Euríalo y Turno y Niso en la batalla.
Este la cazara por cada villa,

hasta arrojarla dentro del infierno,
del que al principio la sacó la envidia.
Mas ahora por tu bien pienso y discierno

que tu me sigas, yo seré tu guía:
te sacaré de aquí a un lugar eterno,
donde oirás espantosa gritería:

verás viejos espíritus en duelo,
que todos la segunda muerte ansían;
luego aquellos verás, que están contentos

en fuego, porque esperan la llegada
entre los alabados, a su tiempo:
a los cuales, si tu ascender desearas,

otra alma te quiara que yo más digna,
te dejaré con ella cuando parta:
que aquel Emperador, que reina arriba,

porque yo con su ley rebelde me hice,
no quiere a su cuidad por mi la ida.
En toda parte impera y allí rige,

allí está su ciudad y su alto asiento:
¡dichoso aquel, que al lado suyo elige!"
Yo le dije: "Poeta, te requiero

por ese Dios que tu no conociste,
para huir de este mal o más adverso,
que me lleves allá donde dijiste,

tal que yo vea la puerta de San Pedro
y aquellos que tu dices ser tan tristes."
Anduvo entonces, y seguí postrero.

Versión de: Carlos López Narváez

Tanto gentile, Dante Alighieri

Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.

Rauda se aleja oyéndose ensalzada
-humildad que la viste y que la escuda-,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada.

Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.

Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que el alma va diciéndole: ¡Suspira!

Versión de: Carlos López Narváez

Soneto, Dante Alighieri

Amor brilla en los ojos de mi amada,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada.

Anochece si esconde su mirada,
y por volverla a ver todo suspira:
ante ella la soberbia huye y la ira;
bellas, honrad conmigo a mi adorada.

Feliz mil veces quien la ve y la siente;
al nacerle el alma al punto empieza
todo humilde pensar, toda dulzura,

y no sabe, almirarla sonriente,
si en ella se excedió naturaleza,
o el milagro gentil tanta hermosura.

Versión de: Alejandro Araoz Frazer

Dante Alighieri, Biografía


(Florencia, 1265 - Rávena, 1321) Poeta italiano. Si bien sus padres, Alighiero de Bellincione y Gabriella (Bella), pertenecían a la burguesía güelfa florentina, Dante aseguró siempre que procedía de familia noble, y así lo hizo constar en el Paraíso (cantos XV y XVI), en donde trazó un vínculo familiar con su supuesto antepasado Cacciaguida, quien habría sido armado caballero por el emperador Conrado II de Suabia.

Durante sus años de estudio Dante Alighieri coincidió con el poeta Guido Cavalcanti, representante del dolce stil nuovo, unos quince años mayor que él, con quien intimó y de quien se convirtió en discípulo. Según explica en su autobiografía más o menos recreada poéticamente Vida nueva, en 1274 vio por primera vez a Beatriz Portinari, cuando ella contaba ocho años y él tan sólo uno más; el apasionado y platónico enamoramiento de Dante tendría lugar al coincidir de nuevo con ella nueve años más tarde.

En 1285 Dante tomó parte en el asedio de Poggio di Santa Cecilia, defendido por los aretinos, y dos años más tarde se trasladó a Bolonia, quizás a estudiar, si bien se tienen dudas en lo referente a su paso por la universidad de dicha ciudad. Sí hay pruebas, en cambio, de su participación, en calidad de «feritore» de a caballo, en la batalla de Campaldino, en la cual se enfrentó a los gibelinos de Arezzo.

En 1290 murió Beatriz, y un año más tarde Dante contrajo matrimonio con Gemma di Manetto, con quien tuvo cuatro hijos. En 1295 se inscribió en el gremio de médicos y boticarios, y a partir del mes de noviembre empezó a interesarse por la política municipal florentina; entre mayo y septiembre del año siguiente fue miembro del Consejo de los Ciento, y en 1298 participó en la firma del tratado de paz con Arezzo. En 1300, y en calidad de embajador, se trasladó a San Gimignano para negociar la visita de representantes de la Liga Güelfa a Florencia, y entre el 15 de junio y el 14 de agosto ocupó el cargo de prior, máxima magistratura florentina.

En octubre de 1301, y tras oponerse al envío de tropas para ayudar al papa Bonifacio VIII, Dante fue designado embajador ante el pontífice, a quien ofreció un tratado de paz. El Papa, sin embargo, lo retuvo en Roma en contra de su voluntad, con la intención de ayudar en Florencia a la facción güelfa opuesta a la de Dante, sector que a la postre se hizo con el control de la ciudad y desterró a sus oponentes. Acusado de malversación de fondos, Dante fue condenado a multa, expropiación y exilio, y más tarde a muerte en caso de que regresara a Florencia.

A partir de esta fecha Dante inició un largo exilio que iba a durar el resto de su vida: residió en Verona, Padua, Rímini, Lucca y, finalmente, Ravena, ciudad en la cual fue huésped de Guido Novello de Polenta y donde permaneció hasta su muerte.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Estoy llorando......, Mario Chiappetta

Estoy llorando, hacia tanto que no lloraba así.
La lluvia se mezcla con mis lágrimas,
el viento sopla con fuerza
y el mar ruge una canción desesperada.

A lo lejos envuelto en la neblina,
un barco fantasma,
cerca del muelle las gaviotas vuelan.
La playa esta desierta.

Y yo estoy solo, sin ti.
Tengo miedo a perderte
Te amé, te amo y te amare siempre.

Porque se rompió
la relación cómplice que nos unía
y cruzaba nuestras miradas
en sugestiva insinuación.

Se que te lastime mucho,
te pido perdón.
Nunca supe disfrutar,
a pesar de tener las manos llenas de sueños y deseos.

Tal vez mañana,
me encuentre con las manos vacias.

Gracias a la vida, Violeta Parra

Acuérdate de Mí, Carlos Augusto Salaverry

¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmovil: ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.

Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,
muerto para el amor y la ventura
esta en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin rumor;
Embalsamadas ondas de armonía
elevábanse a un tiempo en sus altares;
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor.

Parece ayer! ...De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡"Adiós" volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar!

Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio,
qué la distancia, ni los altos montes?
Ni qué son esos turbios horizontes
que mira desde aquí;
si al través del espacio de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a tí:

Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro del alma estás conmigo,
tu sombra soy y donde vas te sigo
por tus huellas en pos!
Y en vano intentan que mi nombre olvides;
nacieron, nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios.

Tú eres la misma aún;
cual otros días suspéndense tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír;
aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, ¡mi porvenir!

Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas a través de tu sonrisa
lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite ¡mi amor!

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas,
me acordaré de tí;
Cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre el mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!

A la Esperanza, Carlos Augusto Salaverry

Yo se que eres una ave fugitiva,
Un pez dorado que en las ondas juega,
Una nube del alba que desplega
Su miraje de rosa y me cautiva.

Se que res flor que la niñez cultiva
Y el hombre con sus lágrimas la riega,
Sombra del porvenir que nunca llega,
Bella a los ojos, y a la mano esquiva.

Yo se que eres la estrella de la tarde
Que ve el anciano entre celajes de oro,
Cual postrera ilusión de su alma, bella.

Y aunque tu luz para mis ojos no arde,
Engáñame ¡oh mentira! Yo te adoro,
Ave o pez, sombra o flor, nube o estrella

Diamantes Y Perlas , Carlos Augusto Salaverry

He aquí, lector, la diminuta llave
Que guarda de mis joyas el tesoro;
Privanme la modestia y el decoro
De que yo te las muestre y las alabe.

Quizás tu lente, escrutador, acabe
Por no hallar en mi cofre perlas ni oro
Si tal descubres, por tu honor imploro
Que no lo digas a quien no lo sabe.

Si no hallas en mis versos poesía,
Ni estilo, ni metáforas brillantes,
Mis páginas arroja sin leerlas.

Que otro lector, acaso, encontraría
En los tipos de imprenta - los diamantes,
Y en mis vacías páginas - las perlas.

Carlos Augusto Salaverry , Biografía


Carlos Augusto Salaverry nació en la hacienda “La Solana” jurisdicción del hoy distrito de Lancones en la provincia de Sullana, el 4 de diciembre de 1830. Fue hijo espurio del entonces coronel Felipe Santiago Salaverry del Solar, quien luego fue presidente del Perú entre 1835 y 1836; y de la dama de La Solana, doña Vicenta Ramírez.

Su padre quiso que se educase en Lima y no en la ardiente provincia piurana, ni tampoco al lado de su madre. Traído pues a Lima, creció y se educó bajo los cuidados de Juana Pérez de Infantas, la esposa legítima de su padre, y al lado de su hermanastro, llamado también Felipe Santiago.

Su vida en una casa absolutamente extraña fue triste. Tenía solo 6 años cuando su padre fue derrotado y fusilado por Andrés de Santa Cruz, quien usurpó el poder en el Perú (1836). Hubo de seguir entonces a sus familiares en el destierro a Chile. Fue así como su personalidad empezó a formarse en la soledad, la tristeza y las penurias económicas. Apenas pudo cursar estudios elementales.

Tras la caída de Santa Cruz, pudo retornar al Perú (1839). A la edad de 15 años ingresó al ejército en calidad de cadete, en el batallón Yungay (1845). Trasladado de guarnición en guarnición, acaso por temor de que acariciara excesivos sueños de gloria como su célebre padre, vio así pasar los años de su mocedad, entre las alternativas del servicio y los pronunciamientos militares.

Pero la rígida disciplina del cuartel no ligaba con su temperamento liberal. Se caracterizó por su propensión a la soledad y al estudio. Parece que en aquella etapa, merced a los ratos hurtados para entregarse a la lectura de Víctor Hugo y Heinrich Heine, nació su decidida vocación por las letras.

Luego, precoces amoríos con Mercedes Felices lo llevaron al matrimonio, unión que resultó fugaz y desdichada. Tenía entonces 20 años. Después se dejó arrastrar por otra pasión amorosa, esta vez por Ismena Torres, cuya familia se trasladó a Europa, para alejarla de él, y donde aquella se casó con el hombre que le impusieron. El diario en prosa escrito por Salaverry para registrar las incidencias de su idilio con Ismena se convirtió después, transpuesto al verso, en su mejor obra: Cartas a un ángel.

Ascendió a Teniente en 1853 y a Capitán en 1855. Su vocación poética se hizo pública de casualidad. Sus primeros versos aparecieron publicados en El Heraldo de Lima, en 1855, gracias a la intercesión de su amigo Trinidad Fernández, poeta y militar como él. Salaverry las firmó con sólo sus iniciales. Tenía entonces veinticinco de edad. Por esos años estrenó también sus primeros dramas que obtuvieron resonantes éxitos: Arturo (su primer estreno), Atahualpa o la conquista del Perú (1854), Abel o el pescador americano (1857) y El bello ideal (1857), cada uno de ellos en cuatro actos y en verso.

Ostentaba el grado de Sargento Mayor cuando inició su participación en la agitada vida política peruana, como secretario del coronel Mariano Ignacio Prado, durante la revolución que este militar inició en Arequipa contra el gobierno de Pezet, a propósito del incidente con España (1865). Poco después, siempre a lado del dictador Prado, actuó en el Combate del Dos de Mayo contra la flota española y dentro de las filas que comandaba el coronel Francisco Balta. Luego secundó la revolución encabezada por el coronel José Balta (1867) contra la dictadura de Prado.

Con la ascensión al poder de Balta (1869), fue incorporado al servicio diplomático, como secretario de legación, trabajo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia. Antes ya había publicado la primera edición de su poemario Diamantes y perlas (Lima, 1869). En Europa editó la colección de poemas titulada Albores y destellos (El Havre, 1871), obra que incluye tres libros: el del título propiamente dicho, Diamantes y perlas y Cartas a un ángel.

Se hallaba en París, cuando, al subir en Perú el régimen civilista de don Manuel Pardo, se enteró que su cargo había sido suprimido, sin concedérsele derecho a pasaje ni indemnización alguna. Durante seis años el gran poeta sobrellevó una existencia de angustia en Francia, llegando al extremo de pensar en el suicidio como única solución a sus despiadados conflictos conyugales y amatorios.

En 1878 regresó al Perú, envejecido y amargado. Gobernaba nuevamente el ya general Mariano Ignacio Prado. Pero, al año siguiente estalló la guerra con Chile, y el poeta hubo de cumplir sus deberes de ciudadano. Producida la ocupación de Lima, se unió al gobierno provisional de Francisco García Calderón, en la Magdalena Vieja, acompañándolo en sus gestiones pacifistas. Pero un mal día García Calderón fue apresado por los invasores y deportado a Chile.

Salaverry, después de publicar Misterios de la tumba (Lima, 1883), poema filosófico, emprendió nuevamente viaje a Europa, donde le aguardaba el amor, un amor ya crepuscular. Contrajo entonces matrimonio por segunda vez, en París. Luego viajó incesantemente por diversas ciudades de Italia, Suiza y Alemania. Al terminar esta gira feliz en 1885 sintió los primeros síntomas de la parálisis que lo aquejaría el resto de su vida. Su vida se fue apagando debido a la enfermedad, ocasionándole la muerte el 9 de abril de 1891, en París. Sus restos fueron repatriados en 1964 a su tierra natal, reposando en el cementerio "San José" de Sullana.


Movimiento literario :

Es la única figura perteneciente al romanticismo peruano, quien, junto con Ricardo Palma —de la generación que éste llamó “la bohemia de mi tiempo”—, ha sobrevivido literariamente a su tiempo.

Existe un consenso entre los críticos peruanos para considerar a Salaverry como el mayor exponente lírico de la generación romántica y por ende, de la lírica de su siglo, el XIX. Su poesía, que ha merecido la atención de estudiosos como Alberto Ureta —uno de sus principales panegiristas—, José de la Riva-Agüero y Osma, Ventura García Calderón, Luis Alberto Sánchez y Augusto Tamayo Vargas, se singulariza por la dulzura melancólica de su alma apasionada, por el elegante pesimismo de su actitud ante la vida y por la emoción colorista que anima su intimidad desgarrada.


Obras :
Poesía

Abarco géneros diversos, aunque lo más valioso de su producción es su obra lírica, que destaca —en los momentos en que no abusa de estereotipos poéticos y sentimentales típicos del romanticismo o cae en ripios—, por su musicalidad, su sensibilidad y fuerza sentimental cuando llega a expresar emociones sinceras y su espíritu interior. En su obra se nota el influjo de la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, que lo estimuló a abandonar las fórmulas más gastadas del romanticismo, moderando los impulsos propios de éste por un estilo más profundo y personal.

Su poesía se reúne en cuatro libros:

* Diamantes y perlas (1869). Se compone, sobre todo, de sonetos variados, algunos circunstanciales y otros de temas amorosos y también festivos.
* Albores y destellos (1871), reúne la gran mayoría de poemas con motivos político-sociales y los que tratan, a veces arrebatadamente rozando con la metafísica, el tema de la muerte.
* Cartas a un ángel (1871), en cuyo conjunto pueden encontrarse algunos logrados poemas amorosos y eróticos, inspirados en la misma mujer. Opina Alberto Escobar: "Por ser libro de amor, Cartas a un ángel es al mismo tiempo, canto de dolor, a la ausencia, al pasado feliz, al sentido del tiempo; perspectiva amatoria que Salaverry poseyó como pocos poetas peruanos. Ha sido en esos versos en los que su talento dio el fruto menor; de la anécdota personal asciende Salaverry al tema permanente del amor e incide así en un rasgo esencial del carácter humano". De esta colección pertenece el poema antológico “¡Acuérdate de mí!”, ampliamente reproducido en los textos escolares peruanos.
* Misterios de la tumba (1883), poesías de reflexión filosófica.

Su poesía completa fue publicada en Lima en 1958, por la editorial Alberto Escobar.


Teatro :

Escribió, según afirman los tratadistas, aproximadamente una veintena de piezas teatrales, grandilocuentes y claramente románticas, que fueron estrenadas en Lima (y una en el Callao). De entre las que fueron impresas destacan las siguientes:

* Atahualpa o la conquista del Perú (1854),
* Abel o el pescador americano (1857),
* El bello ideal (1857),
* El amor y el oro (1861),
* La estrella del Perú (1862)
* El pueblo y el tirano (1862).

Del resto de su producción teatral sólo se conservan los títulos: Arturo, Los ladrones de alto rango, Sueños del corazón, La espada de San Martín, El hombre del siglo XX, Un desconocido, El virrey y su favorita, Gigantes y pigmeos, La escuela de mujeres, El bombardeo de Pisagua.

Muchas de ellas alcanzaron éxito rotundo. No en vano se decía que Salaverry, después de Manuel Ascencio Segura, era uno de los autores teatrales peruanos más afortunados de la época. Sin embargo, con el correr de los años, muchas de estas obras han venido a menos y hoy, casi todas, permanecen relegadas al olvido. Todas ellas, por imposición de la época, están escritas en verso. Pecan de artificiosidad por las truculencias impuestas por el romanticismo. Abundan los largos monólogos confesionales; y los personajes, héroes de opereta, que por aquellos años arrancaron nutridos aplausos, llegan a nuestros días como seres exóticos y estrafalarios, dándonos testimonio de una época ardorosa y sonámbula que el pragmatismo de ahora hace inadmisible.


Característica de su poesía :

Salaverry, desde el punto de vista formal, fue un poeta respetuoso de las normas clásicas. La mayoría de sus composiciones están vaciadas en la forma más pura del clasicismo. Sus sonetos son impecables en su estructura y nada tienen que envidiar a los de Luis de Góngora o los de Francisco de Quevedo. Sus odas mismas se acercan a la gallarda inspiración del divino Herrera. Sin embargo, dentro de su madurez lírica advertimos la influencia de Bécquer en la aplicación de la rima asonante y la métrica multiforme:
Cuando veas que un ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre la mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!

(Acuérdate de mí).

¿Por qué cae de tus ojos esa lágrima,
en las rosas encarnadas del rubor,
desprendida de aquel cielo en que las vírgenes

cubren, tras velo púdico,
el alma del amor?

(Capricho).

Es en el fondo de su poesía que advertimos la presencia del romanticismo. El material poético de Salaverry está recogido en los campos de la erótica, del dolor y de la angustia. La erótica, principal temario de su mocedad, comienza entre candorosa y lozana para acabar en las sombrías honduras del lamento y el desengaño. Su dolor, un tanto propio y otro tanto aprendido de sus maestros —Heine y Leopardi— se nos da cargado de un filosofismo fatalista:
La humilde flor que el delicado broche
abre bajo el rocío de la noche
y en las tinieblas sus aromas vierte,
seméjase a mi musa desolada
cantando las grandezas de la nada
y el resplandor sombrío de la muerte.

A partir de una actitud existencial impregnada de escepticismo (se llama a sí mismo "triste cortesano de la tumba"), Salaverry entiende el amor como la búsqueda de una felicidad o imposible o apenas entrevista y perdida de inmediato. Sin detenerse en el siempre opaco presente, su poesía se desplaza entre el deseo y la esperanza, pronto frustrados, y el recuerdo, inevitablemente dolorido. En "Ilusiones" alude a ambos extremos como "mentiras venideras", y "mentiras del pasado". Para Salaverry el amor parece oscilar entre la imposibilidad y el fracaso. Tal vez por esto uno de sus temas recurrentes sea el de la despedida ("¡Acuérdate de mí!")

También produjo poesía patriótica (por ejemplo: "El sol de Junín" o "Dos de mayo") y de reflexión filosófica (sobre todo en Misterios de la tumba).

viernes, 13 de noviembre de 2009

la higuera, Juana Ibarbourou

¿Sueño?, Juana Ibarbourou

¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca
con su mordedura que hasta el alma toca!
¡Beso que me sorbe lentamente vida
como una incurable y ardorosa herida!

¡Fuego que me quema sin mostrar la llama
y que a todas horas por más fuego clama!
¿Fue una boca bruja o un labio hechizado
el que con su beso mi alma ha llagado?

¿Fue un sueño o vigilia que hasta mí llegó
el que entre sus labios mi alma estrujó?
Calzaré sandalias de bronce e iré

a donde esté el mago que cura me dé.
¡Secadme esta llaga, vendadme esta herida
que por ella en fuga se me va la vida!

La hora, Juana Ibarbourou

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora , que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.
Después...¡oh, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Estío, Juana Ibarbourou

Cantar del agua del río.
Cantar continuo y sonoro,
arriba bosque sombrío
y abajo arenas de oro.

Cantar...
de alondra escondida
entre el oscuro pinar.

Cantar...
del viento en las ramas
floridas del retamar.

Cantar...
de abejas ante el repleto
tesoro del colmenar.

Cantar...
de la joven tahonera
que al río viene a lavar.

Y cantar, cantar, cantar
de mi alma embriagada y loca
bajo la lumbre solar.

Juana Ibarbourou, Biografía


(Melo, Uruguay, 1895 - Montevideo, 1979) Poetisa uruguaya, considerada una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX. Llamada originalmente Juana Fernández Morales, a los veinte años se casó con el capitán Lucas Ibarbourou, del cual adoptó el apellido con el que firmaría su obra.

Tres años después se trasladó a Montevideo, donde vivió desde entonces. Sus primeros poemas aparecieron en periódicos, principalmente en La Razón, de la capital uruguaya. Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, que expresó con abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas, alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.

Su temática tiende a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción. En 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo, J. Zorrilla de San Martín, y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.

Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, iniciará en cambio un camino hacia la poesía mística.

En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romance del destino (1955). En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del escriba.

Ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, y en 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez. Su obra en prosa estuvo enfocada fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico Carlo (1944).

jueves, 12 de noviembre de 2009

CANTARES. Serrat con un poema de Antonio Machado

Homenaje a Antonio Machado

"Murio el poeta lejos del hogar". 70 años en el exílio. Canta Joan Manuel Serrat

Boda de Antonio Machado con Leonor Izquierdo

Proverbios y cantares, Antonio Machado

I

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.


II

¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.


III

A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
que dio a cascar al diente de la sabiduría.


IV

Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.


V

Ni vale nada el fruto
cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.


VI

De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad.


VII

Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mélicos y líricos marranos...
El más truhán se lleva la mano al corazón,
y el bruto más espeso se carga de razón.


VIII

En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder...
Y a preguntas sin respuesta
¿quién te podrá responder?


IX

El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
de ingénita malicia y natural astucia,
formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!


X

La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.


XI

La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.

Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.

Que la piqueta arruine y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.


XII

¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!


XIII

Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos...


XIV

Virtud es la alegría que alivia el corazón
más grave y desarruga el ceño de Catón.
El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
para el sediento el agua, para el borracho el vino.


XV

Cantad conmigo a coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar venimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?


XVI

El hombre es por natura la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
"Ya estoy en el secreto -se dijo-, todo es nada."


XVII

El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.


XVIII

¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Ilíada!
Áyax era más fuerte que Diomedes,
Héctor, más fuerte que Ayax,
y Aquiles el más fuerte; porque era
el más fuerte...¡Inocencias de la infancia!
¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Ilíada!


XIX

El casca-nueces-vacías,
Colón de cien vanidades,
vive de supercherías
que vende como verdades.


XX

¡Teresa, alma de fuego
Juan de la Cruz, espíritu de llama,
por aquí hay mucho frío, padres, nuestros
corazoncitos de Jesús se apagan!


XXI

Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.


XXII

Cosas de hombres y mujeres,
los amoríos de ayer,
casi los tengo olvidados,
si fueron alguna vez.


XXIII

No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada:
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.


XXIV

De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.


XXV

Las abejas de las flores
sacan miel, y melodía
del amor, los ruiseñores:
Dante y yo -perdón, señores-,
trocamos -perdón, Lucía-,
el amor en Teología.


XXVI

Poned sobre los campos
un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.


XXVII

¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.


XXVIII

Todo hombre tiene dos
batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios;
y despierto, con el mar.


XXIX

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.


XXX

El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.


XXXI

Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena
tu monedilla de oro?
Tu alcancía,
antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos
en que no será verdad
nada de lo que sabemos.


XXXII

¡Oh fe del meditabundo!
¡Oh fe después del pensar!
Sólo si viene un corazón al mundo
rebosa el vaso humano y se hincha el mar.


XXXIII

Soñé a Dios como una fragua
de fuego, que ablanda el hierro,
como un forjador de espadas,
como un bruñidor de aceros,
que iba firmando en las hojas
de luz: Libertad. - Imperio.


XXXIV

Yo amo a Jesús, que nos dijo:
Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad.


XXXV

Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?


XXXVI

Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.


XXXVII

¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.


XXXVIII

¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.


XXXIX

Dicen que el ave divina,
trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras
de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
de las aves altaneras;
toda su filosofía,
un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar
las tapias del corralón,
y volar
otra vez, hacia Platón.
¡Hurra! ¡Sea!
¡Feliz será quien lo vea!


XL

Sí, cada uno y todos sobre la tierra iguales:
el ómnibus que arrastran dos pencos matalones,
por el camino, a tumbos, hacia las estaciones,
el ómnibus completo de viajeros banales,
y en medio un hombre mudo, hipocondríaco, austero,
a quien se cuentan cosas y a quien se ofrece vino...
Y allá, cuando se llegue, ¿descenderá un viajero
no más? ¿O habránse todos quedado en el camino?


XLI

Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.


XLII

¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal
se me rompe, nunca en ella
beberé, nunca jamás.


XLIII

Dices que nada se pierde
y acaso dices verdad,
pero todo lo perdemos
y todo nos perderá.


XLIV

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.


XLV

Morir... ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?


XLVI

Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!


XLVII

Cuatro cosas tiene el hombre
que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos,
y miedo de naufragar.


XLVIII

Mirando mi calavera
un nuevo Hamlet dirá:
He aquí un lindo fósil de una
careta de carnaval.


XLIX

Ya noto, al paso que me torno viejo,
que en el inmenso espejo,
donde orgulloso me miraba un día,
era el azogue lo que yo ponía.
Al espejo del fondo de mi casa
una mano fatal
va rayendo el azogue, y todo pasa
por él como la luz por el cristal.


L

-Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
-El vacío es más bien en la cabeza.


LI

Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.


LII

Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar
irán por la carretera
o campo traviesa irán.
Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
ya se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero,
que va cantando un cantar:
«Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va».


LIII

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

He andado muchos caminos, Antonio Machado

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.

Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.

Y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

Anoche Cuando Dormía, Antonio Machado

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

Caminante No Hay Camino, Antonio Machado

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.

Parergón, Antonio Machado

LOS OJOS

I

Cuando murió su amada
pensó en hacerse viejo
en la mansión cerrada,
solo, con su memoria y el espejo
donde ella se miraba un claro día.
Como el oro en el arca del avaro,
pensó que no guardaría
todo un ayer en el espejo claro.
Ya el tiempo para él no correría.

II

Mas, pasado el primer aniversario,
¿Cómo eran ?preguntó?, pardos o negros,
sus ojos? ¿Glaucos?... ¿Grises?
¿Cómo eran, ¡Santo Dios!, que no recuerdo?...

III

Salió a la calle un día
de primavera, y paseó en silencio
su doble luto, el corazón cerrado...
De una ventana en el sombrío hueco
vio unos ojos brillar. Bajó los suyos
y siguió su camino... ¡Como ésos!

Antonio Machado, Biografía


Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.

Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con R. Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a J. R. Jiménez, R. del Valle-Inclán y M. de Unamuno.

En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza.

Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.

Los textos iniciales de Machado, comentarios de sucesos y crónicas costumbristas escritos en colaboración con su hermano y firmados con el seudónimo Tablante de Ricamonte, aparecieron en La Caricatura en 1893. Sus primeros poemas se publicaron en Electra, Helios y otras revistas modernistas, movimiento con el que Machado se sentía identificado cuando comenzó su labor literaria.

No obstante, aunque las composiciones incluidas en Soledades (1903) revelaron la influencia del modernismo, el autor se distanció de la imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un sobrio simbolismo. En su siguiente libro, Soledades, galerías y otros poemas (1907), reedición y ampliación del anterior, se hizo más evidente el tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.

Al igual que Unamuno, Machado consideró que su misión era "eternizar lo momentáneo", capturar la "onda fugitiva" y transformar el poema en "palabra en el tiempo". En los años posteriores se acentuó su meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero no por medio de la autocontemplación, sino que dirigió la mirada hacia el exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.

martes, 10 de noviembre de 2009

Mano a Mano, Carlos Gardel

Yira, Yira, Carlos Gardel

Volver, Carlos Gardel

Nocturno, Leopoldo Lugones

El Nido Ausente, Leopoldo Lugones

Sólo ha quedado en la rama
un poco de paja mustia
y, en la arboleda, la angustia
de un pájaro fiel que llama.

Cielo arriba y senda abajo,
no halla tregua a su dolor,
y se para en cada gajo
preguntando por su amor.

Ya remonta con su queja,
ya pía por el camino
donde deja en el espino
su blanda lana la oveja.

Pobre pájaro afligido
que sólo sabe cantar
y, cantando, llora el nido
que ya nunca ha de encontrar.

A Ti, Única , Leopoldo Lugones

A TI, ÚNICA
(Quinteto de la luna y del mar)

PIANO

Un poco de cielo y un poco de lago
donde pesca estrellas el grácil bambú,
y al fondo del parque, como íntimo halago,
la noche que mira como miras tú.

Florece en los lirios de tu poesía
la cándida luna que sale del mar,
y en flébil delirio de azul melodía,
te infunde una vaga congoja de amar.

Los dulces suspiros que tu alma perfuman
te dan, como a ella, celeste ascensión.
La noche.... tus ojos.... un poco de Schuman...
y mis manos llenas de tu corazón.

PRIMER VIOLÍN

Largamente, hasta tu pie
se azula el mar ya desierto,
y la luna es de oro muerto
en la tarde rosa té.

Al soslayo de la luna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.

Y en lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte de alfombra
su melena de león.

SEGUNDO VIOLÍN

La luna te desampara
y hunde en el confín remoto
su punto de huevo roto
que vierte en el mar su clara.

Medianoche van a dar,
y al gemido de la ola,
te angustias, trémula y sola,
entre mi alma y el mar.

CONTRABAJO

Dulce luna del mar que alargas la hora
de los sueños de amor; plácida perla
que el corazón en lágrima atesora
y no quiere llorar por no perderla.

Así el fiel corazón se queda grave,
y por eso el amor, áspero o blando,
trae un deseo de llorar, tan suave,
que sólo amarás bien si amas llorando.

VIOLONCELO

Divina calma del mar
donde la luna dilata
largo reguero de plata
que induce a peregrinar.

En la pureza infinita
en que se ha abismado el cielo,
un ilusorio pañuelo
tus adioses solicita.

Y ante la excelsa quietud,
cuando en mis brazos te estrecho
es tu alma, sobre mi pecho,
melancólico laúd.

Salmo Pluvial, Leopoldo Lugones

SALMO PLUVIAL

Tormenta

Érase una caverna de agua sombría el cielo;
el trueno, a la distancia, radaba su peñón;
y una remota brisa de conturbado vuelo,
se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco
un relente de trébol lo que empezó a llover.
Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco,
se vio el caudal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo;
sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal;
y el firmamento entero se derrumbó en un rayo,
como un inmenso techo de hierro y de cristal.

Lluvia

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto
que plantaba sus líquidas varillas al trasluz,
o en pajonales de agua se espesaba revuelto,
descerrajando al paso su pródigo arcabuz.

Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces,
descolgó del tejado sonoro caracol;
y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces,
transparente y dorada bajo un rayo de sol.

Calma

Delicia de los árboles que abrevó el aguacero.
Delicia de los gárrulos raudales en desliz.
Cristalina delicia del trino del jilguero.
Delicia serenísima de la tarde feliz.

Plenitud

El cerro azul estaba fragante de romero,
y en los profundos campos silbaba la perdiz.

Leopoldo Lugones, Biografía


(Villa María del Río Seco, Argentina, 1874 - Buenos Aires, 1938) Poeta argentino. Hombre de vasta cultura, fue el máximo exponente del modernismo argentino y una de las figuras más influyentes de la literatura iberoamericana.

Pasó la niñez y la adolescencia en su tierra natal, y tras breve temporada en Santiago del Estero, se estableció en Buenos Aires en 1895. Trabajó en el diario El Tiempo y en 1897 fundó, con José Ingenieros, La Montaña, periódico socialista revolucionario. Tras algunos empleos menores, llegó a la dirección de la Biblioteca Nacional de Maestros. Hizo varios viajes a Europa y residió en París de 1911 a 1914. Colaboró en La Nación y obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926. En 1928 fundó la Sociedad Argentina de Escritores. Su apoyo al golpe de Estado de 1930, la posterior desilusión que éste le produjo y quizás una profunda crisis sentimental lo llevaron a una depresión que culminó en su suicidio.

Es de destacar su particular evolución política. Se inició como un firme partidario de la ideología socialista, cuya introducción en Argentina se debe, en parte, a sus primeras soflamas políticas. Sin embargo, poco a poco fue retrocediendo hacia posturas más conservadoras: tras un breve período de adscripción al pensamiento liberal, se inclinó decididamente hacia la derecha y acabó convertido en uno de los principales valedores del fascismo argentino, sobre todo a partir de 1924, fecha en la que proclamó que había llegado "la hora de la espada". Seis años después, ya consagrado como una de las cabezas pensantes del movimiento reaccionario austral, colaboró activamente con el golpe de estado militar del general José Félix Uriburu (6 de septiembre de 1930).

Como poeta, Leopoldo Lugones irrumpió en el panorama literario argentino con el poemario Los mundos (1893), que pasó prácticamente inadvertido. Su encuentro con Rubén Darío, en Buenos Aires, en 1896, fue decisivo para reorientar la poesía de Lugones. El retoricismo de Las montañas de oro (1897) no tardó en ser sustituido por el tono irónico, extravagante e imaginativo de Los crepúsculos del jardín (1905) y Lunario sentimental (1909).

En ambos libros se respira una atmósfera refinada y decadente, plena de languidez y elegancia modernistas, dentro de una corriente estética claramente influida por la creación de Rubén Darío. Su estilo se distingue por su originalidad creadora, y la precisión y la belleza lírica de sus versos.

A partir de 1910 Leopoldo Lugones cambió de registro poético para centrarse en una exaltación de su tierra y sus gentes (Odas seculares, 1910). Posteriormente, los asuntos cotidianos, vistos al trasluz de una rutina íntima, se convirtieron en el objeto de su siguiente entrega poética, titulada El libro fiel (1912), obra a la que siguieron otros poemarios como El libro de los paisajes (1917), Las horas doradas (1922) y Romancero (1924). Al final de su trayectoria poética, Lugones se decantó por el cultivo de una poesía narrativa: Poemas solariegos (1927) y Romances del Río Seco (que vio la luz, póstumamente, en 1938).

En su faceta de narrador, Lugones sobresalió principalmente por sus relatos, recogidos en Las fuerzas extrañas (1906), La torre de Casandra (1919), Cuentos fatales (1924) y La patria fuerte (1933). En muchas de estas narraciones breves, Lugones ensayó diferentes acercamientos fantásticos que pueden considerarse precursores de los mejores relatos de algunos de los más grandes cultivadores de este difícil género, como Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges (uno de los mayores admiradores de Lugones) y Julio Cortázar.

Publicó además dos novelas espléndidas: un relato histórico sobre la guerra de la independencia, titulado La guerra gaucha (1905), y unas meditaciones esotéricas que, en forma de novela teosófica, aparecieron bajo el título de El ángel de la sombra (1926). En la década de los años cuarenta, La guerra gaucha fue objeto de una versión cinematográfica que se convirtió en uno de los principales referentes del cine argentino de su tiempo.

También brilló Leopoldo Lugones en su condición de ensayista, faceta en la que dejó algunos títulos tan relevantes como El imperio jesuítico (1904), Las limaduras de Hephaestos (1910) e Historia de Sarmiento (1911). Las conferencias sobre el Martín Fierro de José Hernández, obra que leyó como poema épico, reunidas en El payador (1916), constituyen sin duda un hito en la interpretación de la literatura gauchesca. Además, dejó testimonio impreso de las constantes mutaciones de su pensamiento político, plasmadas en Mi beligerancia y La grande Argentina.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Soneto 29, William Shakespeare

Rufus Wainwright sings Shakespeare's sonnet 29. images from Pride and Prejudice

Soneto 29, William Shakespeare

SONNET XXIX

WHEN, in disgrace with fortune and men's eyes,
I all alone beweep my outcast state
And trouble deaf heaven with my bootless cries
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possess'd,
Desiring this man's art and that man's scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
Like to the lark at break of day arising
From sullen earth, sings hymns at heaven's gate;
For thy sweet love remember'd such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.




SONETO 29
Traducción de Miguel Ángel Montezanti

Cuando en desgracia de hombres y fortuna
lamento mi abandono sin testigo
y al cielo mi clamor inoportuna
y a mi estrella la enfrento y la maldigo;
queriendo ser más rico en esperanza
como el que es más apuesto y talentoso,
como el que amigos o poder alcanza
menos contento con lo que más gozo;
no obstante que el desprecio me desdora
si pienso por azar en ti, mi estado,
cual despega la alondra por la aurora
himnos proclama al celestial estrado.
Tu recuerdo es valor de tal cuantía
que con los reyes no lo trocaría.