Gota de luz celeste que destila
desde su propia eternidad cerrada;
espiga de la gracia germinada
en la mano del ángel que vigila.
Sola, serena, y por demás tranquila
derrumba su existir con la alborada
¡Saeta de la noche vulnerada!
¡Redonda voz de una lejana esquila!
Pastora que apacienta en altos prados
donde de claridades nacen rosas
de solitarios pétalos nevados.
¿Qué enamorado serafín te cuida
a la orilla del aire en que reposas
lo mismo que una lámpara encendida?
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