Mi tiempo de la tierra
lo sembré con trabajo.
Trabajo de las manos
puliendo la madera,
amarrando los barcos,
agotando la sangre
en busca del salario.
Sumé a tanto esfuerzo
poemas y canciones
y besos y caricias
y afectos que perduran
después de los océanos.
Amé a los que saben,
a todos los que enseñan
al hombre a ser más bueno.
También, por necesario,
el grito fue mi amigo
y en tiempos de tormenta
lo tuve preparado
(no sabiendo de armas
no había otra defensa)
para vencer las sombras.
Mi tiempo de la tierra
es simple como el fuego
y claro como el agua.
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