Oficio ingrato el de vivir andando,
de estar un día en África
y al otro en New York o Amsterdam.
Oficio ingrato el de tener el vicio
de mirar con asombro y comparar las pieles
en vez de pasar sin darse vuelta.
Oficio ingrato el de ser escriba solitario,
anónimo, sin paga o compromisos
que deban decir blanco cuando el color es negro.
Oficio ingrato el de haberse propuesto
estar en el presente con la pasión hirviendo
y pretender ideas posibles para muchos.
Oficio ingrato el de firmar salario
en vez de hacerse cómplice
de formas diferentes de capital y status.
Oficio ingrato soñar el aquelarre,
la existencia posible de libertades plenas
cuando son las torturas el pan de cada instante.
Oficio ingrato este juego que juegan
los que hacen poemas y dejan de costado
al que sólo con armas pretende dominarnos.
Oficio ingrato, hermoso al mismo tiempo,
es casi ser un dios con los codos quebrados,
es casi ser un árbol, o nube, o pájaro.
Oficio por oficio, prefiero este salario
que día a día llega por el vivir andando
y ser el testimonio, el escriba sin nombre
del tiempo del azul en vez del negro.
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