El tiempo aniquila rotundamente
todos los anhelos cósmicos
de un ser que busca
su misma esencia
en la introspección profunda,
y al no llegar fuerte
a su memoria primera
queda detenido en una espera de cielo
con un reloj en la mano izquierda
y su propio espejo en la derecha.
Ahí, en el lugar que la especie le confirió
la sabiduría,
los pájaros caminan por la terraza
y los buitres comen de su mano derecha.
Más abajo, haciendo esfuerzos
las angustias navegan
en un río de semen
que se desperdicia
en el sexo del mundo.
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