domingo, 25 de abril de 2010

La puerta herméticamente abierta, Guillermo Ibáñez

Dolorosamente las paredes
sollozan
ante mi respiración oculta.

Cada lado de este cubo
huye de mis ojos
y siempre mis brazos
son cortos
para algo tan vano
como el olvido.

Cada plano se convexa
y un globo me circunda,
nuevo o viejo,
como el nuevo o viejo globo.

Las diferencias están en que
lo mío es transparente.

La mirada guarda soledades
incómodas, mudas y tristes
que socavan el cuerpo.

Estoy totalmente conmigo
con todos los testigos que
guardo sin ruido.

La habitación llora mis
lóbregas diferencias
y a mi cielo, a mi tiempo,
a mi sueño
y al silencio impotente
cargado de gritos
de un primer número
similar a la perfección
inconsciente.

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