domingo, 15 de noviembre de 2009

Carlos Augusto Salaverry , Biografía


Carlos Augusto Salaverry nació en la hacienda “La Solana” jurisdicción del hoy distrito de Lancones en la provincia de Sullana, el 4 de diciembre de 1830. Fue hijo espurio del entonces coronel Felipe Santiago Salaverry del Solar, quien luego fue presidente del Perú entre 1835 y 1836; y de la dama de La Solana, doña Vicenta Ramírez.

Su padre quiso que se educase en Lima y no en la ardiente provincia piurana, ni tampoco al lado de su madre. Traído pues a Lima, creció y se educó bajo los cuidados de Juana Pérez de Infantas, la esposa legítima de su padre, y al lado de su hermanastro, llamado también Felipe Santiago.

Su vida en una casa absolutamente extraña fue triste. Tenía solo 6 años cuando su padre fue derrotado y fusilado por Andrés de Santa Cruz, quien usurpó el poder en el Perú (1836). Hubo de seguir entonces a sus familiares en el destierro a Chile. Fue así como su personalidad empezó a formarse en la soledad, la tristeza y las penurias económicas. Apenas pudo cursar estudios elementales.

Tras la caída de Santa Cruz, pudo retornar al Perú (1839). A la edad de 15 años ingresó al ejército en calidad de cadete, en el batallón Yungay (1845). Trasladado de guarnición en guarnición, acaso por temor de que acariciara excesivos sueños de gloria como su célebre padre, vio así pasar los años de su mocedad, entre las alternativas del servicio y los pronunciamientos militares.

Pero la rígida disciplina del cuartel no ligaba con su temperamento liberal. Se caracterizó por su propensión a la soledad y al estudio. Parece que en aquella etapa, merced a los ratos hurtados para entregarse a la lectura de Víctor Hugo y Heinrich Heine, nació su decidida vocación por las letras.

Luego, precoces amoríos con Mercedes Felices lo llevaron al matrimonio, unión que resultó fugaz y desdichada. Tenía entonces 20 años. Después se dejó arrastrar por otra pasión amorosa, esta vez por Ismena Torres, cuya familia se trasladó a Europa, para alejarla de él, y donde aquella se casó con el hombre que le impusieron. El diario en prosa escrito por Salaverry para registrar las incidencias de su idilio con Ismena se convirtió después, transpuesto al verso, en su mejor obra: Cartas a un ángel.

Ascendió a Teniente en 1853 y a Capitán en 1855. Su vocación poética se hizo pública de casualidad. Sus primeros versos aparecieron publicados en El Heraldo de Lima, en 1855, gracias a la intercesión de su amigo Trinidad Fernández, poeta y militar como él. Salaverry las firmó con sólo sus iniciales. Tenía entonces veinticinco de edad. Por esos años estrenó también sus primeros dramas que obtuvieron resonantes éxitos: Arturo (su primer estreno), Atahualpa o la conquista del Perú (1854), Abel o el pescador americano (1857) y El bello ideal (1857), cada uno de ellos en cuatro actos y en verso.

Ostentaba el grado de Sargento Mayor cuando inició su participación en la agitada vida política peruana, como secretario del coronel Mariano Ignacio Prado, durante la revolución que este militar inició en Arequipa contra el gobierno de Pezet, a propósito del incidente con España (1865). Poco después, siempre a lado del dictador Prado, actuó en el Combate del Dos de Mayo contra la flota española y dentro de las filas que comandaba el coronel Francisco Balta. Luego secundó la revolución encabezada por el coronel José Balta (1867) contra la dictadura de Prado.

Con la ascensión al poder de Balta (1869), fue incorporado al servicio diplomático, como secretario de legación, trabajo que le permitió recorrer Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia. Antes ya había publicado la primera edición de su poemario Diamantes y perlas (Lima, 1869). En Europa editó la colección de poemas titulada Albores y destellos (El Havre, 1871), obra que incluye tres libros: el del título propiamente dicho, Diamantes y perlas y Cartas a un ángel.

Se hallaba en París, cuando, al subir en Perú el régimen civilista de don Manuel Pardo, se enteró que su cargo había sido suprimido, sin concedérsele derecho a pasaje ni indemnización alguna. Durante seis años el gran poeta sobrellevó una existencia de angustia en Francia, llegando al extremo de pensar en el suicidio como única solución a sus despiadados conflictos conyugales y amatorios.

En 1878 regresó al Perú, envejecido y amargado. Gobernaba nuevamente el ya general Mariano Ignacio Prado. Pero, al año siguiente estalló la guerra con Chile, y el poeta hubo de cumplir sus deberes de ciudadano. Producida la ocupación de Lima, se unió al gobierno provisional de Francisco García Calderón, en la Magdalena Vieja, acompañándolo en sus gestiones pacifistas. Pero un mal día García Calderón fue apresado por los invasores y deportado a Chile.

Salaverry, después de publicar Misterios de la tumba (Lima, 1883), poema filosófico, emprendió nuevamente viaje a Europa, donde le aguardaba el amor, un amor ya crepuscular. Contrajo entonces matrimonio por segunda vez, en París. Luego viajó incesantemente por diversas ciudades de Italia, Suiza y Alemania. Al terminar esta gira feliz en 1885 sintió los primeros síntomas de la parálisis que lo aquejaría el resto de su vida. Su vida se fue apagando debido a la enfermedad, ocasionándole la muerte el 9 de abril de 1891, en París. Sus restos fueron repatriados en 1964 a su tierra natal, reposando en el cementerio "San José" de Sullana.


Movimiento literario :

Es la única figura perteneciente al romanticismo peruano, quien, junto con Ricardo Palma —de la generación que éste llamó “la bohemia de mi tiempo”—, ha sobrevivido literariamente a su tiempo.

Existe un consenso entre los críticos peruanos para considerar a Salaverry como el mayor exponente lírico de la generación romántica y por ende, de la lírica de su siglo, el XIX. Su poesía, que ha merecido la atención de estudiosos como Alberto Ureta —uno de sus principales panegiristas—, José de la Riva-Agüero y Osma, Ventura García Calderón, Luis Alberto Sánchez y Augusto Tamayo Vargas, se singulariza por la dulzura melancólica de su alma apasionada, por el elegante pesimismo de su actitud ante la vida y por la emoción colorista que anima su intimidad desgarrada.


Obras :
Poesía

Abarco géneros diversos, aunque lo más valioso de su producción es su obra lírica, que destaca —en los momentos en que no abusa de estereotipos poéticos y sentimentales típicos del romanticismo o cae en ripios—, por su musicalidad, su sensibilidad y fuerza sentimental cuando llega a expresar emociones sinceras y su espíritu interior. En su obra se nota el influjo de la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, que lo estimuló a abandonar las fórmulas más gastadas del romanticismo, moderando los impulsos propios de éste por un estilo más profundo y personal.

Su poesía se reúne en cuatro libros:

* Diamantes y perlas (1869). Se compone, sobre todo, de sonetos variados, algunos circunstanciales y otros de temas amorosos y también festivos.
* Albores y destellos (1871), reúne la gran mayoría de poemas con motivos político-sociales y los que tratan, a veces arrebatadamente rozando con la metafísica, el tema de la muerte.
* Cartas a un ángel (1871), en cuyo conjunto pueden encontrarse algunos logrados poemas amorosos y eróticos, inspirados en la misma mujer. Opina Alberto Escobar: "Por ser libro de amor, Cartas a un ángel es al mismo tiempo, canto de dolor, a la ausencia, al pasado feliz, al sentido del tiempo; perspectiva amatoria que Salaverry poseyó como pocos poetas peruanos. Ha sido en esos versos en los que su talento dio el fruto menor; de la anécdota personal asciende Salaverry al tema permanente del amor e incide así en un rasgo esencial del carácter humano". De esta colección pertenece el poema antológico “¡Acuérdate de mí!”, ampliamente reproducido en los textos escolares peruanos.
* Misterios de la tumba (1883), poesías de reflexión filosófica.

Su poesía completa fue publicada en Lima en 1958, por la editorial Alberto Escobar.


Teatro :

Escribió, según afirman los tratadistas, aproximadamente una veintena de piezas teatrales, grandilocuentes y claramente románticas, que fueron estrenadas en Lima (y una en el Callao). De entre las que fueron impresas destacan las siguientes:

* Atahualpa o la conquista del Perú (1854),
* Abel o el pescador americano (1857),
* El bello ideal (1857),
* El amor y el oro (1861),
* La estrella del Perú (1862)
* El pueblo y el tirano (1862).

Del resto de su producción teatral sólo se conservan los títulos: Arturo, Los ladrones de alto rango, Sueños del corazón, La espada de San Martín, El hombre del siglo XX, Un desconocido, El virrey y su favorita, Gigantes y pigmeos, La escuela de mujeres, El bombardeo de Pisagua.

Muchas de ellas alcanzaron éxito rotundo. No en vano se decía que Salaverry, después de Manuel Ascencio Segura, era uno de los autores teatrales peruanos más afortunados de la época. Sin embargo, con el correr de los años, muchas de estas obras han venido a menos y hoy, casi todas, permanecen relegadas al olvido. Todas ellas, por imposición de la época, están escritas en verso. Pecan de artificiosidad por las truculencias impuestas por el romanticismo. Abundan los largos monólogos confesionales; y los personajes, héroes de opereta, que por aquellos años arrancaron nutridos aplausos, llegan a nuestros días como seres exóticos y estrafalarios, dándonos testimonio de una época ardorosa y sonámbula que el pragmatismo de ahora hace inadmisible.


Característica de su poesía :

Salaverry, desde el punto de vista formal, fue un poeta respetuoso de las normas clásicas. La mayoría de sus composiciones están vaciadas en la forma más pura del clasicismo. Sus sonetos son impecables en su estructura y nada tienen que envidiar a los de Luis de Góngora o los de Francisco de Quevedo. Sus odas mismas se acercan a la gallarda inspiración del divino Herrera. Sin embargo, dentro de su madurez lírica advertimos la influencia de Bécquer en la aplicación de la rima asonante y la métrica multiforme:
Cuando veas que un ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre la mar y el cielo,
¡Acuérdate de mí!

(Acuérdate de mí).

¿Por qué cae de tus ojos esa lágrima,
en las rosas encarnadas del rubor,
desprendida de aquel cielo en que las vírgenes

cubren, tras velo púdico,
el alma del amor?

(Capricho).

Es en el fondo de su poesía que advertimos la presencia del romanticismo. El material poético de Salaverry está recogido en los campos de la erótica, del dolor y de la angustia. La erótica, principal temario de su mocedad, comienza entre candorosa y lozana para acabar en las sombrías honduras del lamento y el desengaño. Su dolor, un tanto propio y otro tanto aprendido de sus maestros —Heine y Leopardi— se nos da cargado de un filosofismo fatalista:
La humilde flor que el delicado broche
abre bajo el rocío de la noche
y en las tinieblas sus aromas vierte,
seméjase a mi musa desolada
cantando las grandezas de la nada
y el resplandor sombrío de la muerte.

A partir de una actitud existencial impregnada de escepticismo (se llama a sí mismo "triste cortesano de la tumba"), Salaverry entiende el amor como la búsqueda de una felicidad o imposible o apenas entrevista y perdida de inmediato. Sin detenerse en el siempre opaco presente, su poesía se desplaza entre el deseo y la esperanza, pronto frustrados, y el recuerdo, inevitablemente dolorido. En "Ilusiones" alude a ambos extremos como "mentiras venideras", y "mentiras del pasado". Para Salaverry el amor parece oscilar entre la imposibilidad y el fracaso. Tal vez por esto uno de sus temas recurrentes sea el de la despedida ("¡Acuérdate de mí!")

También produjo poesía patriótica (por ejemplo: "El sol de Junín" o "Dos de mayo") y de reflexión filosófica (sobre todo en Misterios de la tumba).

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